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septiembre 2002
Nº 93

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"España ha cambiado, el amor no"
Martín Casariego

Entrevista de Ernesto Escobar

Martín Casariego irrumpe en la escena literaria española con Qué te voy a contar (Anagrama, 1989). Más adelante, junto a David Trueba y Emilio Martínez-Lázaro firma el guión de Amo tu cama rica (1991). Desde entonces, y provisto, por un lado, de un fino oído para todas las hablas de la calle, y por otro, de una gran sensibilidad para retratar la sociedad moderna española, el autor ha publicado varios libros. Su última novela es Campos enteros llenos de flores (Muchnik, 2001). Recientemente residió en Italia, becado por la Academia de España en Roma.

Con el premio por su primera novela se compró un billete de avión y se fue a cenar con Adolfo Bioy Casares. ¿Qué recuerdos tiene de aquel Buenos Aires, de aquel genio y de aquel país tan golpeado estos últimos años?

No soy nada mitómano, así que esa es la única vez que he hecho algo así: viajar a una ciudad con, entre otros objetivos, conocer a un escritor. Allá me llevó El sueño de los héroes, una novela muy importante para mí, tanto que su inicio aparecía como homenaje en Qué te voy a contar, la que recibió el Tigre Juan que me permitió hacer ese viaje. Argentina (estuve también en Salta, Iguazú, Tierra de Fuego) me pareció un país extraordinario. Buenos Aires es muy español, aunque ellos lo consideren parisino. La literatura y el idioma me han hecho amar Argentina. Espero que se recupere. Descubrí también que, contra lo que pensaba, no soy un tipo solitario: un mes solo se me hizo largo.

Usted ha escrito novelas juveniles y no juveniles, policiales, relatos infantiles, co-escrito guiones cinematográficos y de televisión, y en cada una de estas incursiones ha obtenido acogida. ¿Seguirá probando diferentes géneros?

Me gusta variar, ya sea en la historia o, especialmente, en la forma de contarla. Quizá algún día me atreva con el teatro. Me gustaría también escribir una novela histórica. Tengo, sin embargo, otras novelas pensadas, así que no sé muy bien cuándo podré cumplir esos otros proyectos. Seguiré, pues, sin salirme de las letras.

¿Qué diferencia relevante encuentra entre lenguaje cinematográfico y el lenguaje literario?

Un guión es un texto mucho mas desnudo que una novela; esta hecho para ser visto y oído. La literatura se rehace en la cabeza del lector (también una película, pero en menor medida), y las propias palabras deben tener la fuerza suficiente como para crear imágenes. Hay gente que piensa que la imagen es del cine, y no de la literatura. Quizá sea gente que podría llegar a la conclusión de que Homero estaba influido por el cine...

En su obra el ejercicio de la autoironía y el uso de la primera persona se propone más una búsqueda de la sinceridad que de la verdad. En Y decirte alguna estupidez, por ejemplo te quiero el protagonista, además de otros defectos, no duda en reconocer su cobardía y recomendar no fiarse de él.

Y Anton, el de Qué te voy a contar, es un fantasioso enfermizo... Ojalá no pierda nunca la autoironía. En su pregunta, usted señala una de las diferencias principales entre la primera y la tercera persona. No es mejor una que otra, simplemente, ofrecen diferentes respuestas a eso que llamamos "realidad".

Que la droga, el sexo, la fiesta y el alcohol se hayan convertido prácticamente en denominadores comunes de la literatura juvenil, ha llevado en ocasiones a la crítica a trivializar la obra de los nuevos escritores.

Más que la literatura juvenil, cuando hablamos de sexo y drogas, deberíamos hablar de literatura con personajes jóvenes... Mire, se publica tanto, que los críticos no pueden leerlo todo. Y casi ninguno tiene el valor de reconocerlo, y de no opinar sobre lo que no lee. Y entonces, claro, es muy tentador hacer descalificaciones generales... algo en lo que caen también muchos escritores maduros. Siempre se ha publicado una mayoría de obras prescindibles. Eso pasaba ayer, pasa hoy y pasará mañana.

Antes de morir Cela manifestó refiriéndose a la narrativa actual: "Hoy en España se escribe muy mal". Terenci Moix se muestra contrario a esta opinión y declara su aprecio por Juan Bonilla (Cansados de estar muertos, Nadie conoce a nadie). ¿Qué posición toma usted?

No sé si Cela hablaba por lo que él hacía, porque tengo entendido que no leía nada... Hay autores jóvenes que me gustan más que otros mayores, y al revés. A Bonilla, por ejemplo, le aprecio. Cuando alguien cree que todo lo que se hace hoy es malo, está hablando, más que de literatura, de su propio envejecimiento, me temo.

El amor es un tema constante en su obra, el amor primerizo en especial, al que ha dedicado usted varias novelas. ¿Cuáles cree usted que son los aspectos del amor sobre los que los nuevos tiempos y costumbres plantean una reflexión y de qué manera les ha dado cabida en su obra?

Las costumbres en la España de hace cincuenta años son muy diferentes de las actuales, no cabe duda. Pero me pregunto si ha cambiado el amor... Creo que no: esa es una de las muchas cosas hermosas de la literatura, nos permite identificarnos con otras épocas, llegar a su fondo. El arte de amar de Ovidio fue muy revelador para mí: me parecía, al leerlo, que las cosas habían cambiado muy poco desde entonces. Pero el amor es un tema inagotable, porque invade todos los demás: la muerte, la inseguridad, la soledad, nuestra posición en el mundo. Las famosas preguntas, quiénes somos, de dónde venimos, etc., siguen sin respuesta. El amor es otra manera de enfrentarnos a ellas. Creo que, más que el fondo, con el tiempo cambia la forma.

¿Hasta qué punto la jerga en los diálogos de su novela negra, Mi precio es ninguno, es también una ficción?

El lenguaje hablado sería insoportable leído: vacío, mal construido, repetitivo, carente de ingenio... Al escribir diálogos, puedes optar por hacerlos más o menos literarios, o por crear una apariencia de coloquialismo. Pero, ya digo, la jerga escrita necesita un trabajo literario, es un engaño. ¡Qué de trabajo quitarían, si no, las grabadoras! Los diálogos de Mi precio es ninguno son muy irreales; están muy trabajados. Nadie es tan rápido como Max y Elsa, de manera tan continuada...

No ha ocultado su rechazo por ese sector de la crítica amigo de la literatura trabajosa. No obstante, La hija del coronel es una novela que encaja con esta predilección. ¿Coincide con la crítica que la considera su mejor novela? ¿O al hacer la forma más evidente cayeron en la trampa?

Yo no soy partidario de la literatura fácil, ni como lector ni como escritor; la literatura es siempre trabajosa. Pero rechazo la literatura que esconde su vaciedad tras una apariencia de seriedad. El aburrimiento es un pecado mortal en literatura, y sin embargo, tiene bastante prestigio; la banalidad, también, aunque por suerte carece de ese prestigio; de lo que soy enemigo de la literatura aburrida, sea "trabajosa" o "fácil". Si pienso en qué libro me ha llevado más tiempo, mi novela mejor sería La primavera corta, el largo invierno, antes que La hija del coronel. Pero yo no sé cuál de mis novelas es mejor. La literatura no consiste en poner un reloj en marcha, y cuanto mas tiempo anda, mejor es el resultado.

Sobre El chico que imitaba a Roberto Carlos ha dicho usted: "En las primeras líneas explico qué debe ser la literatura para mí: una mezcla de aprendizaje y diversión, de conocimiento y placer." ¿Es riesgo también la literatura?

Para el escritor, sí. Para mí, arriesgarse en literatura es cambiar, probar nuevas formas... y eso, desde mi punto de vista, es lo que hago.

¿Qué influencias se le han ido quedando en el camino y cuáles son las nuevas?

Prefiero ir recogiendo nuevas influencias, antes que perder las viejas. Ojalá me influyan todos los escritores que me han gustado... Pero citar varios sería una tontería: son muchos. Eso sí, la mayoría, del siglo xx, y de muchos países diferentes.

¿Lo han acogido bien los romanos?

Reconozco haber tenido más contacto con sus museos, puentes y calles que con ellos. Pero la vida aquí se parece a la española. Me siento cercano a los italianos. Ahora estoy escribiendo una novela que transcurre entre Madrid y Roma, con una separación de veinte años. Para mí es arriesgada y novedosa, dentro de mi trayectoria. Lo que no sé es si será una buena novela...


Martín Casariego (Madrid, 1962) ha publicado, entre otros títulos, Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero (Anaya, 1995), La hija del coronel, galardonada con el Premio Ateneo de Sevilla 1997 y Mi precio es ninguno (Plaza & Janés, 1999).