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diciembre
2003
Nº 108

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Medem y el pecado de lo plural
Robert Juan-Cantavella
Hay un espot publicitario en la tele en que con sólo
escuchar la palabra Flex, la gente entra en trance y se desploma aturdida
por un profundo sueño. Cualquier otra palabra que contenga esta
secuencia de letras provoca, a su vez, un sueño igualmente profundo
e inmediato que los creativos del anuncio han asociado con la presunta
comodidad sin fin de los colchones de esta marca. En los últimos
tiempos parece estar pasando algo muy parecido con la palabra vasco. Todo
aquel que proponga un discurso al respecto distinto del "sólo
hay una forma de ver las cosas, y ésa es la mía" queda
automáticamente descalificado y es tachado de terrorista. En un
escenario compuesto de forma exclusiva por buenos y malos, cualquiera
que se atreva a proponer el más leve matiz a la "postura correcta"
se convierte en sospechoso, está equivocado. No valen coplas: o
conmigo o contra mí. Y lo peor es que a convivir con esta severidad
provinciana, con esta forma implacable de corrección política,
se aprende. Poco a poco se ha convertido en una tónica general
difícilmente cuestionable, esta forma sosegada y autocomplaciente
de intransigencia está cada vez más normalizada, cada vez
forma parte de nuestro ambiente cotidiano de un modo más orgánico
y casual, cada vez nos ayuda a ser un poco más mediocres. Una prueba
de todo esto la tenemos en la recepción de la película documental
La pelota vasca, de Julio Medem (San Sebastián, 1958).
La idea de Medem era hacer una película de ficción titulada
Aitor, la piel contra la piedra, en la que, tras su distanciamiento del
País Vasco durante unos años, retomaría el tema vasco
(que ya está presente en su primera película, Vacas). Cuando
llevaba un tiempo trabajando en su personaje principal, durante la campaña
electoral de las elecciones vascas de mayo de 2001, Medem decide responder
con una película documental a un discurso en que ve identificado
el nacionalismo vasco con el terrorismo de ETA, y dejar para más
tarde la película de ficción. Así es como nace La
pelota vasca, la piel contra la piedra, un proyecto que consta del largometraje
de 115 minutos (que ha tenido en toda esta polémica su mejor publicidad
tanto a nivel de público como de festivales de cine), una versión
DVD de cinco horas, una serie de tres capítulos de 55 minutos para
la televisión, un libro y una web (www.lapelotavasca.net). Los
cinco formatos parten de los mismos materiales: 103 entrevistados y 150
horas de película entre lo rodado y el material de archivo. Como
ya es sabido, la base la constituye una serie de entrevistas a gente directamente
implicada en el conflicto vasco, ya sea de forma política, jurídica,
legislativa, cultural, personal o institucional. La voluntad de la película
es crear un gran fresco del País Vasco actual, principalmente a
través de la polifonía de versiones del conflicto, pero
también a través de un recorrido por su historia, y de una
representación personal de su cultura y sus costumbres. La tensión
rítmica de la película está directamente vinculada
con el juego de pelota al que alude el título, y articulada a través
de un montaje que alterna fragmentos de las entrevistas con materiales
de archivo, imágenes de partidas de pelota y secuencias aéreas
que recorren la geografía natural del País Vasco. Los fragmentos
de las entrevistas, a su vez, están entrecortadas aun dentro del
mismo plano, y el fondo suele ser un paisaje natural o rural en diálogo
con las vistas aéreas, de forma que en cada entrevista, el personaje
es recontextualizado en un espacio y a través de unas condiciones
técnicas que se perciben como comunes. Al alternar las distintas
voces en estas condiciones, Medem crea la ficción de un diálogo
multilateral, y la ilusión de que éste sería posible,
lo cual, al parecer, constituye el mayor de sus pecados. Por su parte,
los materiales de archivo proceden de películas de ficción
(como Operación ogro), documentales (uno de ellos de Orson Welles)
o informativos; y, del mismo modo que las secuencias aéreas y las
imágenes de frenéticas partidas en el frontón -que
articulan la gramática de esta sinfonía de voces, funcionando
como elementos de continuidad, como contrapunto, etc.-, están montados
de forma totalmente subjetiva, sin seguir una estructura aparente, y formando
algo así como secciones temáticas: historia del País
Vasco, relaciones internas entre sus provincias, relación con España
y con Francia, pasado y presente de ETA, consecuencias de su actividad
terrorista, etc. El resultado es que cada uno dice una cosa, pero es este
tipo de confusiones el que ayuda a aclarar las cosas.
Periodismo sin complejos
Llegado el día, tras el estreno, y profundizando en su "periodismo
sin complejos", ABC llegó a publicar en portada que la película
incitaba al terrorismo. Y más allá del folclorismo de la
propuesta, hay que tener en cuenta que ésta es la tesis de fondo
a la que conducen los argumentos truncos que más allá de
mostrar su desacuerdo con la película, la descalificaron en una
coreografía conjunta de rasgado de vestiduras. Y si no es así,
¿adónde llegan estos argumentos? Porque está claro
que a la hora de emitir un juicio sobre el conflicto o tomar una decisión,
es decir, a la hora de convertir la teoría en práctica,
no es necesario compartir la tesis de la película, entre otras
cosas porque debido a su naturaleza divergente tampoco resultaría
fácil. La crítica a La pelota vasca, y más que la
crítica la condena moral, pasaría en cualquier caso por
postular una voluntad por parte de Medem de tramar un discurso en un sentido
determinado, próximo, al parecer, a los propósitos de ETA,
o al menos simpatizante o indulgente, porque de otra forma no se entiende
tan frontal oposición, ni tampoco se justifica. El error de base
consiste en adjudicarle a la película una dimensión preceptiva
que no tiene, más allá de la construcción de un diálogo
ficticio que se postula como posible. Aunque no se esté de acuerdo,
debe entenderse que es posible una posición de "equidistancia"
política -que en términos deontológicos puede corresponderse
con una forma de tender a la objetividad que exige el género de
la entrevista, y que en un plano estético se corresponde con las
vistas aéreas que entrecortan las diferentes intervenciones-, o
cuanto menos una voluntad de equidistancia, y ésta no tiene por
qué corresponderse con una equidistancia moral, con una posición
acrítica respecto a la barbarie que representa ETA, ni mucho menos
con una compli-cidad.
Obviamente, a pesar de la ausencia de cualquier tipo de voz en off, Medem
opina, principalmente a través del montaje. Ahora bien, hay que
tener mucha imaginación para compararlo con Leni Riefenstahl y
no estar bromeando. Más allá de que aquél esté
a sueldo del público que paga su entrada y de que ésta obedeciera
las órdenes de un reputado genocida, ¿cuál es el
siguiente eslabón del argumento? Es decir, ¿quién
redacta la propaganda que Medem transforma en epopeya? ¿Al servicio
de qué oscuro propósito ha puesto Medem su película?
A grandes rasgos, ¿cuál sería su plan? Porque la
otra opción pasaría por pensar que la película, de
una forma u otra, refleja la opinión de este chico, aunque estoy
convencido de que tan poca cosa no nos hubiese sorprendido tanto... En
opinión de Godard, el montaje es un hecho ideológico, y
éste es el nivel en que opina el director de La pelota vasca. Pero
en cualquier caso, se trata de la película de Medem (que, no hay
que olvidarlo, es uno de los pocos cineastas con algo que decir de que
dispone el árido panorama del cine español actual). Como
sucede en cualquier proceso de comunicación, y dejando al margen
la libertad del creador sobre su obra, Medem invita a mirar desde un sitio
determinado, que ni tiene por qué ser el correcto, ni creo que
lo pretenda. Además, tampoco hay que olvidar que esta película
es el único lugar en la historia reciente en que se ha convocado
la voz de un número tan amplio de discursos cruzados sobre el conflicto
vasco. En cuanto a las ausencias, el PP queda representado a través
del silencio, ya que el hecho de estar en posesión de la razón
(lo cual permitió a la ministra de Cultura, Pilar del Castillo,
condenar la película sin verla) le eximiría de la necesidad
de contrastar sus ideas en esa supuesta situación de diálogo,
como en efecto le exime en la actualidad. De algún modo, y aunque
en sentido opuesto, también otras personas como Savater están
representadas, ya que no han tomado parte en la película, pero
sí lo han hecho en el debate que ésta ha generado. Así
que, cuanto menos, la película es un documento interesante y también
útil, pues le ofrece al espectador toda una gama de posturas que
el gran acuerdo al que son capaces de llegar los medios, la consigna de
conmigo o contra mí, y un ambiente político que ha sido
capaz hasta de encontrar casos de excepción para el precepto universal
de la libertad de prensa, le tiene en parte vedada.
Robert Juan-Cantavella (Almassora, 1976)
es autor de la novela Otro (Laia Libros, Barcelona, 2001).
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