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febrero
2004
Nº 110

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S.O.S. Carta abierta del realizador vasco
Julio Medem
(29 de enero de 2004)
Han pasado cuatro meses desde el estreno de La pelota
vasca, la piel contra la piedra, en los que la consigna que más
me he visto obligado a decir (por alarma defensiva), es que el problema
más grave del conflicto vasco es ETA, que mi rechazo al terrorismo
es rotundo, sin peros, y que mi solidaridad y apoyo humano hacia las víctimas
del terrorismo es absoluto, sin precio y sin esperar nada a cambio. Pero
hay quien piensa que eso no es suficiente, que no les vale, y rechazan
mi solidaridad como si les manchara; me refiero, claro está, a
algunos miembros de la Asociación de Víctimas del Terrorismo
(AVT) que ha organizado una manifestación a la entrada de la entrega
de los Premios Goya para protestar por la nominación de mi película,
y contra mi persona. He leído en La Razón que habrá
una pancarta con este lema: 'Víctimas del Terrorismo contra El
pelota vasco, la nuca contra la bala'. Y además se repartirán
pegatinas con el lema: "No al Medem". Sinceramente, esto ya
es demasiado, la injusticia de esta situación es ya puro delirio.
Yo no puedo más.
Esta es la primera vez que escribo en mi defensa tras el estreno del documental
en el Festival de San Sebastián. Deliberadamente preferí
no responder por escrito a la tormenta de puñales que cayó
sobre mí, especialmente desde los medios de comunicación
de la derecha, y me recluí frotándome el ánimo con
la innumerable cantidad de mensajes de apoyo, en su mayoría privados
(comprendo perfectamente, tal y como pintan los tiempos, lo comprometido
de apoyarme públicamente). Pensé que ya nada más
podría pasarme con esta película, que lo peor ya había
ocurrido, y que la ceremonia de entrega de los Premios Goya podría
ser el punto dulce final (con o sin estatuilla) de toda esta horrorosa
experiencia.
Lo primero que quiero dejar claro es que, para mi pesar, Cristina Cuesta
(presidenta de COVITE, Colectivo de Víctimas del Terrorismo) rechazó
participar en mi documental, y con ella, el conjunto de víctimas
de su asociación. Es más, se dio el caso que llegué
a entrevistar a Consuelo Ordóñez (hermana del concejal del
PP asesinado por ETA), pero a los pocos días me llamó para
que no la incluyera en el montaje.
También quiero recordar que en mi película hay víctimas
del terrorismo a las que les he dado un trato, más que respetuoso,
privilegiado. Personas que aceptaron mi planteamiento de película
polifónica, con una puesta en escena destinada a invitar al diálogo
y a las que no les importó compartir montaje con personas ideológicamente
opuestas. Estas víctimas son Daniel Múgica (hijo de Enrique
Múgica, concejal de Leitza por UPN asesinado por ETA), Cristina
Sagarzazu (viuda del Ertzaina Ramón Doral), Marixabel Lasa (viuda
del socialista Juan María Jáuregui) y Eduardo Madina (Presidente
de las Juventudes Socialistas de Euskadi que perdió una pierna
tras un atentado).
Es decir, que los miembros de AVT no son las únicas victimas, aunque
sí me parecen las más enfadadas y las más politizadas,
y las que se creen con el real derecho a identificar y dar el marchamo
de autenticidad al resto de las víctimas. En mi documental las
hay incluso de sus mismos colores, y de otros, pero son, me atrevo a suponer,
políticamente más independientes. No sé lo que pensarán
los miembros de AVT, por ejemplo, de Marixabel Lasa, que tiene varios
agravantes para formar parte de su coro. Por ejemplo, es la viuda de un
socialista que luchó hasta su muerte por el diálogo político
como vía para resolver el conflicto vasco. ¡Qué tiempos
son estos en los que 'DIÁLOGO' se ha convertido en una palabra
maldita! El otro agravante, claro está, es que Marixabel Lasa (siendo
socialista) es la presidenta de la Asociación de Víctimas
del Terrorismo del Gobierno Vasco.
No me digas más, esas víctimas no valen, no están
a la altura. Imagino entonces que Cristina Sagarzazu, por ser la viuda
de un Ertzaina asesinado por ETA, como víctima en este caso sí
nacionalista, se tendrá que conformar con un territorio medio,
un purgatorio. Además, a ella no le ha importado compartir montaje
paralelo con la mujer de un preso de ETA (en viaje a la prisión
de Huelva), ya que entiende que esto no significa que se las compare o
iguale moralmente.
Quiero reconocer mi especial debilidad por Eduardo Madina (el socialista
que perdió una pierna en un atentado de ETA). Su testimonio marca
el punto álgido, la cima moral de la película. Madina es
un auténtico deportista del alma, precioso montañero de
la buena fe que yo quiero poner aquí como ejemplo contra tanta
atrocidad político-mediática; alguien, por ejemplo, que
aún cuando ETA quiso matarlo poniendo una bomba en su coche, es
capaz de solidarizarse con Anika Gil, una víctima de la tortura.
Y como vergüenza recuerdo la forma en que esto es recibido por la
AVT, a los que sólo les molesta que con el testimonio de Anika
se está poniendo en duda la labor de la Guardia Civil. ¿Es
que ella tampoco es una víctima?. Se niegan a creerla, y se acabó.
Daniel Múgica es la víctima que les resultará más
cercana, la más aceptable a la AVT (y lo digo con mi mejor intención
hacia ti, Daniel), ya que es el hijo de un concejal de Leitza por Unión
del Pueblo Navarro. Partido que hace las veces del PP en Navarra pero
que, por fortuna para mi película, está fuera de la disciplina
central y, libremente, aceptó estar en la película. Recuerdo
aquí que el Partido Popular se negó, yo diría que,
airadamente, a que ninguno de sus miembros fueran entrevistados para el
documental.
Quiero añadir aquí el caso de otra víctima del terrorismo
de ETA que participa en la película, aunque no prestando su opinión
sino como coproductora. Me refiero a Mireia Lluch, que es hija de Ernest
Lluch, socialista asesinado por ETA que, como Juan María Jáuregui,
se declaró abiertamente a favor del diálogo. Cuando Mireia,
a la que yo no conocía, se enteró que estábamos buscando
financiación para sonorizar la película, pidió verla.
El montaje ya estaba terminado y Mireia, tras la proyección, me
dijo que tenía una pequeña herencia de su padre, y que estaba
segura de que a él le hubiera gustado que ese dinero se aportara
para terminar un documental "tan necesario" (esas fueron sus
palabras). Recuerdo a esos periodistas, que legitiman con datos falsos
sus mentiras, que las subvenciones a mi película fueron denegadas
tanto por el Gobierno Vasco como por el ICAA.
Las personas que rechazaron su participación, se trata de víctimas,
han sido las más duras contra mi documental. Ya desde la semana
previa al estreno en el Festival de San Sebastián, declararon su
rechazo a la película sin haberla visto (dieron por buenos los
comentarios de Gotzone Mora e Iñaki Ezkerra) e intentaron impedir
que se estrenara pidiendo a Odón Elorza que la retirara. Si el
alcalde hubiera sido del PP, mi película hubiera tenido graves
problemas para nacer. Se han estado cebando a placer contra mi persona,
contaminando mi imagen, . y yo no he podido responder con un mínimo
de dignidad, como lo habría hecho si eso procediera de personas
en una situación vital "normal" (no amenazadas).
Es más, mi dignidad me ha hecho establecer un código de
respeto a favor de ellos, que dice que mientras una persona esté
amenazada de muerte por pensar de una determinada manera, yo, aunque piense
de forma radicalmente distinta, no me siento capacitado éticamente
para criticarle. Esa discusión de igual a igual queda postergada
(aunque, sinceramente, no me quedan ganas de emplazarles para cuando ETA
desaparezca, que por supuesto deseo que ocurra cuanto antes).
Mi pecado capital parece que consiste en que el documental no trata exclusivamente
del sufrimiento de las víctimas del terrorismo. El resto de mis
pecados derivan de este, ya que si en mi película reconozco y someto
a debate la existencia de un problema político, según ellos
estoy justificando el terrorismo, a parte de dar apoyo logístico
al 'Plan Ibarretxe'.
Además resulta que soy incómodamente criminalizable, ya
que me declaro no nacionalista; habrá quien piense que esta declaración
me hace menos malo, pues yo no lo digo por eso, ya que existe el nacionalismo
plural y no violento, lo conozco. Como también, y así se
critica en mi película, existe el nacionalismo que pretende homogeneizar
"al que se queda dentro y expulsar al diferente" (Imanol Zubero),
o son ciertos los orígenes xenófobos de Sabino Arana (Iñaki
Ezkerra, Joseba Arregi e Iñaki Villota), o la inacción de
la Ertzaina con la 'kale borroka' (Teo Santos), o a la falta de "gestos
inequívocos de ayuda y solidaridad hacia las víctimas"
por parte del nacionalismo (Iñaki Gabilondo), o que el PNV aún
no se ha hecho cargo "de que el sufrimiento del no nacionalista es
su sufrimiento como gobernante" (Felipe González).
Aún así, para los miembros de la AVT, me he quedado corto,
ya que no he sido capaz de criminalizar al nacionalismo con la brutalidad
con la que lo hacen ellos, y no he dejado claro que el peor de los males
políticos de España (después de ETA) es el PNV; incluso
en mi película puede dar la sensación de que es el PP (siempre
después de ETA), sobretodo si no ha querido estar dentro para explicarse,
o defenderse.
Alguien cercano (a quien escuchen y quieran) debería decir comprensivamente
al oído de cada miembro de la AVT, que el hecho de ser víctimas
de ETA no les da más razón política, o ideológica,
y mucho menos licencia para insultar, calumniar o amargar la vida de todo
aquel que no piensa como ellos. Sí, alguien que les quiera de verdad
debería ocuparse de ir rebajándoles las llamas del odio
y el resentimiento, para evitar que su almas, corazones y mentes se perviertan
irreversiblemente. Pero me temo que la gente que les rodea, o está
ya muy envenenada, o son los auténticos marcadores y guardianes
de esas consignas unionistas, patrióticas con las que esta España
refranquista se vuelve a sentir Grande. Alguien debería alarmar
a los miembros de La AVT de que desde algunos centros de autoridad se
les están insuflando ciertas dosis de absolutismo. Mi gran insuficiencia
ante ellos, y por lo que se permiten insultar a mi película y a
mi de manera intolerantemente macabra, es ofrecerles todo mi apoyo y solidaridad
humana por su situación personal, pero no la razón. Lo siento
pero eso ya es mucho pedir, sobre todo cuando compruebo cómo se
les está utilizando políticamente; pienso que el PP ha hecho
de esto su plato favorito en este aterrador banquete en el que, a este
paso, de nuestra querida democracia no van a dejar ni las sobras.
Tras la entrega de los Goya del año pasado, este mismo colectivo
de víctimas, junto a Fernando Savater (que también declinó
participar en mi película), criticaron con dureza a "los del
cine" por el hecho de que espontáneamente algunos premiados
dijeran "no a la guerra", cuando en las anteriores ceremonias
no habíamos dicho "no a ETA". Como si el decir "no
a la guerra" conllevara no dar la importancia que merecen los atroces
asesinatos de ETA, o faltáramos al respeto a aquellos que están
amenazados por la banda terrorista. Aquello fue utilizado políticamente
para desacreditar y poner en entredicho la moral antibelicista de "los
del cine", con la vil argucia de que no vale su no a la guerra puesto
que nunca han dicho no a ETA.
¿Alguien cree verdaderamente que hay algún
académico que no está en contra de ETA?. Recuerdo las acusaciones
que la prensa más reaccionaria hizo contra Javier Bardem, y en
general contra todos los que nos manifestamos contra la guerra, espontáneamente
o a través de la Plataforma Cultura contra la Guerra. Parecía
que cuanto más alto dijéramos no a la guerra, más
cerca estábamos de los etarras. Para protestar contra estas acusaciones
de algunos medios de comunicación, y proteger la maltratada imagen
de Javier Bardem, se organizó una concentración del mundo
del cine y del espectáculo en el teatro Alcázar. Allí
leímos un comunicado en el que, por un lado, pedíamos que
nadie nos obligara a manifestarnos contra ETA, o contra otras barbaridades
crónicas (se hablaba también de la violencia doméstica
o la prostitución de menores.) y que el no hacerlo no nos convertía
en sospechosos ni en cómplices de nada, y que por otro lado, lo
que nos unía era la imperiosa prioridad, que requería todo
nuestro consenso, para que tuviera el máximo de eficacia nuestro
NO grande y único a la Guerra de Irak. Estábamos viviendo
una crisis aguda.
En cualquier caso, uno de los nueve puntos del escrito estaba dedicado
a condenar el reciente asesinato a manos de ETA de Joseba Pagazaurtundua,
y a mostrar nuestra solidaridad a los familiares de la víctima.
Con el teatro Alcázar lleno y los medios de comunicación
rebosando el escenario, tras la lectura del comunicado coreamos repetidas
veces el famoso "NO A LA GUERRA". Imanol Arias, sentado una
fila por delante de mi, mostró a la audiencia un folio en el que
se leía: "ETA NO". Y comenzó a gritarlo. Evidentemente
el teatro se sumó al grito. Hasta aquí, por mi parte, ningún
problema (esto se lo estoy diciendo exclusivamente a Imanol). Lo descorazonador
y preocupante fue comprobar lo que la mayoría de los medios de
comunicación hicieron con ese acto, a excepción de El País,
y poco más. Por ejemplo, en la portada del ABC salía Imanol
Arias con el cartel contra ETA, y yo detrás con el gesto evidente
de estar acompañando su grito. El titular decía que por
fin las gentes del cine nos habíamos atrevido a decir no a ETA,
sin mencionar que dijimos un clamoroso no a la guerra, motivo de la reunión.
Por cierto, cuatro meses más tarde mi cara volvió a salir
en la portada de este encantador periódico, con la frase: "la
película de Medem acusada de incitar al terrorismo". Para
terminar este asunto de portadas del gusto de la extrema derecha, recordaré
la de La Razón al día siguiente de la clausura del Festival
de San Sebastián, en la que sobre una fotografía de archivo
(del marzo anterior) con Javier Barden en primerísimo término
y, detrás, otros compañeros gritando contra la guerra, se
podía leer, algo así: "Los actores españoles
se niegan de nuevo a decir no a ETA". Por cierto que Javier Bardem
ni siquiera estuvo en el Festival. ¿Qué se han creído
algunos para imponernos que digamos lo que, donde y cuando ellos quieran?
Ya han dicho los de la Asociación de Víctimas del terrorismo
que en la ceremonia de entrega de los Goya de este año quieren
cambiar el no a la guerra pasado por el no a ETA, y que van a entregar
pegatinas a la entrada. Saben de sobra que nadie se va a atrever a rechazar
ponerse una pegatina en la que ponga "ETA NO", primero porque
todos estamos de acuerdo, pero, y teniendo en cuenta la presencia masiva
de medios de comunicación, ¿a qué tamaño va
a quedar reducida la espontaneidad, independencia, o libertad que se le
presupone a este tipo de declaraciones en una entrega de premios?. Y yo.
¿qué hago poniéndome un "ETA NO" de manos
de alguien que llevará un "no a mi persona"?. Sólo
diré que en una situación de absoluta libertad, sin coacción,
me lo pondría encantado. Pero esta pesadilla que me espera no es
el caso.
Lo que me resulta más surrealista es cómo reaccionaran mis
compañeros cuando una víctima del terrorismo le ofrezca
una pegatina con el "No al Medem". Eso no quiero verlo, y, si
alguno pasa accidentalmente por delante de mis ojos, por adelantado les
prometo que haré el esfuerzo de autosugestionarme, para creerme
que no lo he visto. Esta iniciativa es lo más vil y canalla que
me han hecho nunca.
Y va a haber velas a mi paso para recordarme los más de 900 asesinados
por el terrorismo, ¿y yo que hago entonces. enciendo una vela?
No querrán. Ya me han juzgado y condenado al desfile de los manchados
de sangre, de los que cuando viajen por España corren el riesgo
de que españoles de solo tele le indiquen con el dedo (como sospechoso
de lo peor), a ser carne de cañón de esta linda prensa que
nos está creciendo. Entonces qué. ¿les miro a la
cara con un gesto de cariño (pensando que ojalá ETA no hubiera
existido nunca)?. lo van a rechazar. ¿O intento adivinar en sus
ojos cuántos han visto la película?. Lo mejor es que cierre
los ojos y recuerde la ovación final del público en el Festival
de San Sebastián, y sobre todo el abrazo entre lágrimas
de emoción y agradecimiento que recibí de Daniel Múgica
(el hijo del concejal de UPN asesinado por ETA). Pues sí, también
aquí podría abrazar a alguien, si me dejaran, me gustaría.
Nadie me va a dejar, tampoco, que le hable cariñosamente al oído;
además, corro el riesgo de que me pongan una pegatina de "No
al Medem".
¿Qué hago?. Ni siquiera les va a hacer ilusión que
les dedique el Goya (si es que me lo dan). No tengo nada que hacer, sólo
aguantar el día más injusto y desmoralizante de mi vida
¡Socorro!".
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