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septiembre
2004
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Tres poemas de Pablo García Casado Réquiem* Laura Santos, natural de Gijón (Asturias), ha fallecido el viernes 8 de junio a causa de un accidente. Su cadáver está tendido en el Tanatorio Provincial, planta 2.ª, box 34. El coche que conducía, un Fiat Bravo GT, saltó la mediana en el kilómetro 80 de la N-323, dirección Granada. Lesiones cerebrales, pérdida sanguínea, aún respiraba cuando llegó la ambulancia. El hospital certificó su muerte a las 04.45. Es una historia que comienza en la mesa de una cafetería, una sonrisa, ésta es Laura, qué tal, yo soy Pablo, y que termina, 20 horas después, en una sala de espera con flores. Requiem aeternam. *Variaciones sobre un tema de José Hierro Las cosas que llevan Tarteras, los almuerzos por el suelo, piezas de fruta. Un teléfono móvil que suena una y otra vez dentro de una bolsa de plástico negra, deje su mensaje cuando suene la señal. Alpine Apagas el motor, sales del coche, todo está oscuro. Un miedo antiguo te retiene en el arcén, junto a la luz que llega del interior del vehículo. Todo lo que importa está ahí dentro: la mujer que se protege del frío con tu abrigo, como queriendo retener el calor acumulado con los años. Esa mujer que ahora despierta y pregunta dónde estamos, por qué hemos parado, cuánto falta para llegar. El despojamiento humano Desde sus inicios, la poesía de Pablo García
Casado se orienta hacia la búsqueda de una más perfecta
comunicación con el lector, con la conciencia permanente de que
sin él la creación no tiene razón de ser. Pero cualquier
enfoque sobre el lector debe tener en cuenta que éste no es un
ente homogéneo, sino susceptible de cientos de clasificaciones.
La que aquí interesa es aquella que diferencia dos tipos: aquel
que gusta de descifrar los poemas, disfrutar con el hallazgo de restos
fosilizados de una vasta cultura sacralizada, la mayor parte de las veces
a través de los tiempos; y aquel otro que prefiere crear su propio
poema más que intentar descodificar el que el autor le propone
y le obliga hasta cierto punto a asimilar, tomándolo exclusivamente
como punto de partida. Es para este segundo tipo para el que García
Casado crea un texto poético neutro si bien sugerente, en el que
se nos muestran retazos de un mundo particular inevitablemente mediatizado
por el poeta, planteado como un discurso discontinuo, pequeños
embalses de imágenes sin adornos que entorpezcan la percepción,
que el lector arma posteriormente en su cabeza. No es un lector cómplice
sino independiente, tan creador como el mismo poeta: es del producto mental
sugerido por el poema de donde nace la posible emoción experimentada.
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