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octubre
2004
Nº 118

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Tres poemas De Néstor Díaz
de Villegas
1
una noche anoté mis pensamientos
en hilos rápidos de tinta
y me volví en hilo entero
un embrollado culto del tintero.
fui papel y seré papel si muero
he de tornarme luego fuego
manchas de lluvia en el pensamiento
marcas dobladas en las esquinas.
ojos: yo estoy aquí, ojos salven
este hilo traidor que me traiciona
un enredo de páginas y gloria
estuve andando con la vida ahora
no creas este estrépito de hojas:
yo soy un hombre si muero.
2
Hablo en notas cargadas de mentira
la curva es anotada en la espalda
una silla se cuelga de la esquina
estamos parados en La Habana.
Tú subes y hablas con un muerto
otro se sacude allí la tranca
no mires, es tu fe la que no olvida:
estamos solos y no somos nada.
Giras y se te derrumba el pelo
vuelcas tus iras en la nada
se acaba el acto en el tintero
si hablas escuchas sin que nada
pase al oído y del oído quiero
arrancar el sonido traicionero.
Darth Vader
La máscara se esconde tras la cara;
está detrás la herida del pasado.
Es el antiguo Marte: dios soldado,
homúnculo, brilloso Ché Guevara.
El Príncipe, futuro delegado,
que galaxias oscuras agitara:
tomó el ferrocarril de Santa Clara,
perfecto Jesucristo disecado.
Con su espada flamígera separa
las vísceras podridas del Estado:
posee por fin la prueba que ha buscado.
Practica el exorcismo en una piara.
Los astros, que conocen la Caída,
se alejan de este Ícaro suicida.
La poesía fotográfica por
JUAN CARLOS CASTILLÓN
Néstor Díaz de Villegas nació en
Cumanayagua, Cuba, en 1956, fue estudiante de arte, pasó por la
cárcel, vive desde 1979 en los Estados Unidos y es una de las voces
más originales de la poesía en lengua española de
ese país-continente. Es autor de Vicio en Miami, Confesiones del
estrangulador de Flagler Street, Anarquía en Disneyland y Por el
camino de Sade. En la actualidad reside en Los Ángeles, California,
y dirige el website dedicado a la literatura http://cubistamag.com
Néstor y yo nos conocemos hace ya veinte años. Fui su librero
y hemos compartido miles de libros, innumerables comentarios sobre los
mismos y un mismo escenario, el Miami que no conocen los turistas, pero
a la hora de escribir este comentario me doy cuenta de lo poco que eso
puede significar para el resto del público y que en realidad puedo
aportar muy pocos datos sobre su vida personal o profesional, o incluso
sobre si tiene alguna vida profesional al margen de la poesía.
Sólo puedo decir que Néstor es poeta. Desde que le recuerdo
nunca ha sido, ni querido ser, otra cosa. Cuando lo conocí me parece
que trabajaba en un almacén, creo recordar que antes, o después,
trabajó en una fabrica de muebles. Ahora colabora de forma habitual
en El Nuevo Herald. A veces ha tenido otros empleos para vivir, pero no
creo que eso le importe a él ni le pueda importar a sus lectores
porque ninguna otra actividad le ha marcado tanto como el sentarse a escribir
poesía.
En Cuba, a los dieciocho años un poema, "Oda a Carlos III",
lo mandó a prisión -compruebo con horror que en los únicos
países en que la poesía es tomada en serio, los poetas aún
son encarcelados- y a los veintitrés esa misma sentencia le obligó
a abandonar su país. Desde entonces ha vivido en los Estados Unidos.
Aunque quizás sería más correcto decir que ha vivido
entre Miami y Los Ángeles, dos ciudades muy distintas entre sí
y del resto del país, que tienen sin embargo en común el
ser ciudades de frontera, estar entre dos culturas y dos idiomas.
Viviendo en ciudades caracterizadas por la mezcla lingüística,
ésta sin embargo está ausente de su obra. No aparece ni
en su vocabulario, limpio de anglicismos, al menos de anglicismos involuntarios,
ni en su métrica. Néstor mide sus poemas siguiendo los clásicos
castellanos. Y es con ese español y esa forma de versificar que
hace una poesía completamente actual. La Norteamérica en
que vive y su cultura popular, sus mitos y obsesiones, sí aparecen
en sus poemas, en la forma en que en ellos son incluidos, "Disneyland",
"Darth Vader" o "Janet Reno", la vida en los grandes
barrios de aluvión, sin pasado, de la nueva Norteamérica
de finales del siglo xx y principios del xxi.
Sus poemas son retratos, instantáneas. Muchos de esos retratos,
no todos, quizás sólo los que más me gustan, lo son
de la marginación urbana, las drogas, la sexualidad prohibida,
los ambientes menos gratos de Miami, esa ciudad bajo el sol que es demasiado
a menudo una ciudad llena sombras. Sólo Néstor ha sabido
dedicarle un poema a McCrory, una tienda barata ya desaparecida; o a la
biblioteca del Downtown de Miami, siempre llena de vagabundos, "En
tus salas sagradas me dormía / rodeado de poetas y de idiotas".
Sólo él un soneto al crack "Cocaína en factura
tetraedra / vuelta en un humo consuetudinario / que se agarra al pulmón
como la hiedra". En fecha más reciente ha dedicado un libro
a contar en cuarenta sonetos la vida de Sade. Un guiño por encima
de los siglos y las culturas a un otro que también escogió
ser marginado.
Hispano en tierra norteamericana; cubano entre los hispanos; poeta dentro
de una comunidad, la cubana, a la que su mismo éxito ha hecho a
veces materialista; poeta clásico en un mundo de poesía
fácil y tópica en que demasiadas veces el recurso al verso
libre no es sino un disfraz para ocultar la falta de oficio, habitante
del gueto, Néstor puede y debe identificarse con el otro, con el
distinto, con el marginal. No es el primero en hacerlo, pero pocos lo
han hecho con su estilo.
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Néstor
Díaz de Villegas (Cumanayagua, Cuba, 1956) es poeta.
Ha escrito los poemarios La edad de piedra (1992), Vicio en Miami
(1997), Anarquía en Disneyland (1997), Confesiones del estrangulador
de Flagler Street (1998), Héroes (2002) y Por el camino de
Sade (2004).
Juan Carlos Castillón (Barcelona,
1958) ha sido librero en Miami. Ha publicado las novelas La muerte
del héroe y otros sueños fascistas (Debate, 2001)
y Nieve sobre Miami (Debate, 2003). |
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