nº 124
ABRIL 2005
 
 
Debates
 

Narrativa hispánica

LECCIONES PARA NA LIBRE MUERTA
Mario Bellatin
Anagrama
Barcelona, 2005
134 págs., 12 e

Mario Bellatin produce siempre el mismo asombro, y no sólo por sus planteamientos originales. Sus libros tienen la hechura de los textos clásicos, esa virtud de definición imposible. Y no les extrañe a ustedes que Bellatin sea algún día elevado a la categoría de clásico, si es que no lo es ya en algún lado.
Dicho lo cual me atreveré a invitarles a la lectura de otra de sus espléndidas novelas, o como deban calificarse sus Lecciones para una liebre muerta, entramado de historias y laberintos que se excluyen y se cruzan y en el que lo mismo asistimos a un comentario del “cuadernillo de las cosas difíciles de explicar”, obra de un poeta ciego adoptado por una familia de pescadores, que a la peripecia de un escritor, trasunto probable de Bellatin, que trata de buscar un rincón de paz en el mundo, o a la historia de Margo Glantz y la mujer que pretendía alimentarle la perra clandestinamente. A todo lo cual pueden sumar las elucubraciones de un paseante –el propio Bellatin de nuevo, víctima de la talidomida y propietario de una mano artificial Otto Bock– sobre las habilidades narrativas de sergio pitol (sic) o la historia de los mellizos Kuhn, a quienes les faltan las extremidades y que ya aparecían –en ocasiones de forma casi textual– en otro libro anterior, Flores (Anagrama, 2004).
Claro, contado así todo esto podía dar pie –a pesar de su evidente encanto– a una obra chapucera pero, como decíamos, lo que importa de este libro –además de su riqueza de registros– son la destreza y el oficio de Bellatin, capaces de convertir los planteamientos más inverosímiles en auténticos prodigios de artesanía literaria. En fin, quizás lo más sensato sea guardar silencio y cederle la palabra al propio autor, aunque hay que prevenir que en su caso, como sucede con la mayor parte de los clásicos fuera de Sterne o De Quincey, el todo es más que la suma de las partes: “Cuando el traductor se enfrentó al texto original de Thomas Mann, constató que sus antecesores habían omitido párrafos enteros. Desde entonces se jactaba de que previamente nadie había leído nunca la verdadera versión de Muerte en Venecia”. Pues bien, ahora tenemos la oportunidad de leer una “verdadera historia” de Bellatin. Que ustedes la disfruten.

JAVIER OZÓN


CARRERAR Y FRACASI
Daniel Guebel
Caballo de Troya
Madrid, 2004
384 págs., 15 e

Se trata de la primera novela aparecida en España del narrador, periodista y guionista Daniel Guebel (Buenos Aires, 1956), al que se suele incluir en la promoción de escritores argentinos que empezaron a publicar en los años noventa. Carrera y Fracassi se revela como un artefacto narrativo poderoso, desmesurado y, en ocasiones, desaforado, en el que la habilidad estilística del autor queda absolutamente fuera de toda duda y se logra un texto sólido y permanentemente trufado de melancolía, expresionismo, banalidad, ternura y un punto de desquiciamiento más que notable. Las variadas, a veces prolijas y siempre tragicómicas peripecias de dos deslucidos viajantes de comercio, antagónicos pero amigos, llenan las cerca de 400 páginas que constituyen este relato sorprendente en el que los dos personajes masculinos sobre los que recae la acción van evolucionando y enriqueciéndose –psicológicamente tan sólo, pese a sus deseos– ante nuestros ojos.
Guebel profundiza especialmente en el patetismo de Carrera, y los dos amigos (y la atmósfera de vulgaridad y grisura contra la que luchan sin armas) son héroes de la mediocridad que recuerdan en algo a los personajes de las novelas de Luis Landero. En realidad, toda la novela se encuentra plagada de trazas literarias bien ensambladas y que contribuyen a dotarla de personalidad propia. Tratar de desarrollar aquí la trama sería imposible: baste decir que nos enfrentamos a una auténtica catarata de aventuras de diversa índole (sentimentales, picarescas, oníricas, mefistofélicas, kafkianas...) irremediablemente abocadas a un fracaso perpetuo pese a los denodados esfuerzos por prosperar del bondadoso Carrera y del sinvergüenza de Fracassi, cuyas desventuradas trayectorias corren parejas con esa aguda crisis económica argentina que constituye el telón de fondo de la historia.
Éste es un buen libro en el que hay mucho de excesivo y exuberante, desde los diálogos –ágiles y ocurrentes– a las descripciones –un punto enloquecidas pero agudísimas y de gran plasticidad y comicidad cuando la escena lo requiere–, sin olvidar la inclusión sorpresiva de un par de elementos sobrenaturales y ese final casi lírico con los dos amigos propulsados por un cohete a la mismísima Luna. La Tierra, nos tememos, no es digna de la magnanimidad del noble Carrera ni de la malgastada astucia del ladino. Fracassi.

ANA SOUSA


MARIANA Y LOS COMANCHES
Ednodio Quintero
Candaya
Canet de Mar, 2004
223 págs., 14 e

Cuando Edmundo Bracamonte, escritor comanche y protagonista de Mariana..., decide penetrar en las sinuosidades de un viejo manuscrito hallado al donaire del azar, lo anima la intención diletante que impone una misteriosa cita con una mujer desconocida que demanda un encuentro en el café Comanche, escenario de pretéritas pullas y malogradas reuniones. Bajo este cañamazo argumental y tejido de intenciones, el escritor venezolano Ednodio Quintero, acumulador de premios en su país e inédito hasta la fecha en el nuestro, propone un ejercicio novelesco donde los siempre difusos límites de lo que fue y lo que es, de lo real y lo inventado, de lo posible y lo acaso únicamente imaginado, se ultrapasan con la pericia del artesano que domina las técnicas del oficio y con el talentoso descaro del demiurgo. Y es que paralelamente al avance de la lectura que el protagonista realiza de su obra olvidada, avanzan también las inquietudes, los difusos recuerdos de antiguas experiencias, anegadas por el impacto amnésico de un accidente, la retrospección obligada que Bracamonte realizará en pos de un explicación plausible de los porqués que lo llevaron a construir ese relato olvidado y en el presente narrativo hallado. ¿Qué influjo tiene la vida pasada sobre la creación literaria? O acaso ¿es la ficción literaria la que moldea con falsas realidades la propia vida?, preguntas que subyacen en el texto de Quintero y que emergen con la fuerza del paisaje andino donde, en un tiempo más propio de vetustos mitos, pasaron la infancia Mariana y Edmundo.
La novela dentro de la novela plantea el clásico supuesto del triángulo amoroso, triángulo cuyos tres vértices se recorren con el frenesí que imponen los caminos de la pasión juvenil y del descubrimiento sexual. Esta situación triangular se hace insostenible y explota cuando el azar se encarga de reunir a los tres personajes en la prisión infranqueable de una isla, recinto de clausura que mucho tiene de aquella otra clausura que era la Santa María onettiana, y no porque los recortados abismos de aquélla se asemejen a la planicie polvorienta y fluvial de ésta, sino por el tono desasosegante, de infernal reclusión e inquina repetición –es el infierno una continua repetición apostilla con frecuencia el narrador– que domina a los personajes.
Quintero hechiza con una prosa que muestra y difumina con sapiencia aquello que se dice y se esconde hasta el momento justo; recursos que hallan la rendición incondicional de un lector que se ve atrapado por ese texto repleto de sutiles matices que es Mariana... Una prosa directa y concisa que acaso sin casi proponérselo trasciende lo explícito para sumergirse en las profundidades del alma humana.

ÓSCAR CARREÑO


TODO TIEMPO FUTURO FUE PEOR
Raúl Brasca
Thule Ediciones
Barcelona, 2004
108 págs., 14,50 e

El difícil trabajo de escribir un artículo más largo que el texto reseñado comienza con la lectura de los primeros microcuentos de Brasca. Para abarcar sus cuentos, cual Aquiles en la paradoja de Zenón, podríamos tardar siglos y rellenar muchas páginas sin acercarnos siquiera a la mitad del cuento. El microcuento es una patología del siglo, de la mano del chiste y de la columna del periódico, los textos saltan entre el presente y el pasado prediciendo o lamentándose de lo que vendrá, como el mismo título del libro indica. Todo tiempo futuro fue peor habla del desencanto del momento. El siglo como los cuentos pasan tan veloces que en pocos momentos ya son antiguos, anteriores. Incluso lo que vendrá, el “futuro” que dice el título, es tan breve que en el momento en que es pensado forma ya parte del pasado.
Las repeticiones son necesarias, repetir a Borges que repitió a Chuang-Tzu, repetir a Piñeira, a Di Benedetto, pero siempre con temas nuevos, historias distintas, personalidades diferentes, como si el acto de escritura estuviera emparentado con la esquizofrenia. Raúl Brasca investiga con sus microcuentos caminos que otros cuentos, novelas y ensayos más extensos recorrieron ya, pero inyectándoles ese virus de lo vertiginoso, pero al mismo tiempo y lo efímero.
La editorial Thule ha decidido darle al libro de microcuentos una brevedad envidiable y un diseño trabajado. El propio libro, como objeto, está así mismo pensado como un cuento breve.
El difícil trabajo de escribir un microcuento consiste en convertir en palabras inmóviles ese futuro que se convierte velozmente en pasado, esos textos que vienen de la mano del chiste y de la columna de breves, y plasmarlos en historias que como la tortuga de Zenón vencerán a nuestro reseñista Aquiles.
Para muestra de la destreza de Brasca, su microcuento “El fin del mundo”: “En realidad, ya está ocurriendo: el cielo cada vez más descolorido, los mares más transparentes, los objetos menos diferenciables. Es la película que se vela lenta pero sostenidamente.”

MIGUEL ESQUIROL RÍOS

Literatura extranjera


CADA HOMBRE ES UNA RAZA
Mia Couto
Trad. de Mario Morales
Alfaguara
Madrid, 2004
174 págs., 16 e

El primero de los once relatos de este libro es una obra maestra: una historia nuestra, siendo nosotros el pueblo, la gente de Mozambique. Se trata del relato de una mujer jorobada que habla con las estatuas y pretende curar sus cicatrices, que ama las piedras, que fue, dicen, una Penélope que aguardaba el retorno de su amor, y que pide permiso para querer a alguien después de que éste haya muerto suicidándose con todo lo que esto representa en nuestro barrio (“¿Morir así? Más vale fallecer”, dice un personaje); una historia real y mágica con un final que tanto puede deberse a la respuesta de quien se apiada de ella como a la justicia de obligado retorno. Rosa Caramela es un personaje imborrable que aparece en poco más de diez páginas para quedarse para siempre con nosotros. Una anciana cuyos ojos son insuficientes porque cargan “ese redondo cansancio de haber soñado”, capaz de acurrucarse en “el consuelo del peldaño” para que la piedra sostenga su desencanto, que limpia en los escalones el claro de luna y que llora “en un murmullo de aguas oscuras”.
Una vez destapado el tarro de las esencias, los demás cuentos no nos resultan tan contundentes, pero sí lo es el mundo de Mia Couto, un mundo “lleno de países, la mayor parte de ellos extranjeros”. Porque sólo en África, territorio con un vínculo tan especial con la literatura como el que relaciona a la metáfora con la realidad, puede tener lugar su lenguaje, sus imágenes, con las que va tejiendo la vida sobre la piel de su país, por el que siente una ternura infinita. Y así, el lector goza de la suerte de poder leer para viajar por una tierra en la que un niño mata al tío que le crió para superar su complejo de Edipo, una mujer entierra al marido adúltero sin cerrarle los ojos, los hombres blancos sólo perciben las cagadas que deja a su paso un vendedor de pájaros, un criado sufre todas las emociones descritas en un diccionario de sentimientos ante su ama rusa, o un pescador utiliza sus ojos (“dos pozos bebidos por el sol”) como cebo. Esto, y mucho más, descrito con ideas que resumen fabulosamente: “Vengador sin carrera, le pedía ayuda al odio”, “encendió la pipa y, por la ventana, fumó el paisaje entero”, “parecía tener el corazón en un bostezo”, “por ahí sólo el viento se paseaba, aguamente”, “desde pequeño, se había dedicado a las ausencias, paralelo al cielo”, “esperó varios silencios”, “se quedó atisbando, emboscada en sus propios ojos”, “de repente, ellas no eran más que un soplo de labios olvidados” o “yo sentía que la piel llegaba a los nervios”. Y muchas más, hasta terminar concluyendo que “el destino del sol es no ser mirado nunca”. Así es África, y así este gran escritor que nos pone en la tesitura de preguntarnos, cada dos por tres, cómo se le ha podido ocurrir esto que estoy leyendo.

RICARDO MARTÍNEZ LLORCA


LA CALMA
Attila Bartis
Trad. de Adan Kovacsics
El Acantilado
Barcelonal, 2003
329 págs., 17 e

El infierno, en la novela La calma del húngaro Attila Bartis (1968), es un país cerrado como una cárcel. Los personajes que rodean al narrador y protagonista de este libro, durante el régimen comunista en Hungría, tienen destinos turbulentos: su padre es un agente de la policía secreta que se fuga a los Estados Unidos; la hermana del narrador, violinista, no soporta la atmósfera asfixiante y también huye de Hungría para buscar asilo político en Occidente. Era una práctica habitual que el partido comunista castigara a toda la familia por las infracciones de sus parientes. El castigo que las autoridades del país imponen a la madre del narrador, célebre actriz, es la prohibición de actuar. Para salvarse ella intenta demostrar su arrepentimiento simulando el entierro de su hija, pero las autoridades políticas se ríen en su cara sin modificar el veredicto. Entonces, la madre se encierra en su casa obligando a su hijo a seguir su ejemplo. De este modo ese hogar asfixiante se convierte en una poderosa metáfora de la sociedad comunista.
Así es el infierno, pues: un país cerrado a cal y canto, como una prisión. El infierno comunista, parece decir el autor, es la tortura que produce la humillación cotidiana y el suplicio de la mentira omnipresente de las que no hay huida posible. Es en esa cárcel infernal donde el régimen totalitario desencadena sus persecuciones sin fin. Pero los individuos intentan demostrarse a sí mismos que, a pesar de todo, son libres, aunque sea parcialmente, y llevan a cabo actos de libertad en la única esfera que la represión del régimen les permite: en la intimidad. Así, las fiestas desenfrenadas, el ménage à trois y el incesto se suceden. Y ¿los que huyeron? Nadie escapa al infierno, parece decir el autor: tras la fuga, tanto el padre del narrador como su hermana acaban suicidándose.
Al final de la novela, tras su paso por el purgatorio del poscomunismo, el protagonista entrevé la posibilidad de ascender al paraíso, de la mano de su Beatriz. Una Beatriz sin gloria. Porque comparado con la pérfida anomalía del régimen comunista, la mayor banalidad parece el paraíso. El protagonista no desea más que el matrimonio, un hijo, un trabajo y una casa. Sin embargo, no nos engañemos, ese escenario humilde sólo cobrará sentido si está enmarcado por el lujoso telón de la libertad. La calma de Attila Bartis, traducida con su maestría habitual por Adan Kovacsics, está considerada como una de las novelas más significativas de la Hungría poscomunista. Es mérito de la editorial El Acantilado la publicación de novelas tan substanciales como ésta, provenientes de esa otra Europa cuya historia reciente tanto difiere de la occidental.

MONIKA ZGUSTOVÁ


EL LECTOR DE BAGDAD
Jabbar Yassin Hussin
Trad. de Francisco del Río Sánchez y Abdelrahim Mahmoud El Shafi
Siruela
Madrid, 2004
108 págs., 14 e

Como si de un lector de Las ciudades invisibles de Italo Calvino se tratara, Jabbar Yassin Hussin recrea la idea de la atemporalidad de la ciudad y se detiene en sus signos existenciales, en su fugas, en sus vacíos cotidianos y por ello, en la colección de cuentos de El lector de Bagdad, Bagdad representa mucho más que un espacio narrativo. Tanto es así que aunque en ocasiones la acción ni siquiera se desarrolla allí aunque el narrador siempre va en su búsqueda mediante la misteriosa visita de desconocido, unas fotografías guardadas, un manuscrito hallado en un antiguo monasterio o unas piedras fosilizadas; imágenes todas de un recuerdo escondido que se transforma en ritual para evocar la ciudad una y otra vez.
A lo largo de la lectura de los relatos, las coordenadas se van difuminando: “Hay momentos en los que al recorrer las ciudades, no sabemos adónde nos conducen nuestros pies. Siempre me gustó andar por llanuras que se asemejan a las de mi país, a paso lento y con la mente cargada de recuerdos (…)”; así comienza el primer cuento de El lector de Bagdad, un onírico relato que alude a los mundos de fantasía que crea el lector con el simple gesto de abrir un libro. La reminiscencia de la ciudad que está entre el Tigris y el Éufrates es como un imán que magnetiza o repele al caminante: que lo lleva a un diminuto apartamento en Poitiers, o a un cementerio en La Mothe, o frente al mar de Basora, o yendo a parar a una imaginaria ciudad llamada Buenos Aires.
Precisamente en el último cuento de El lector de Bagdad, Yassin Hussin cierra el círculo que nos acerca a otras ciudades y lo hace tomando como protagonista al sabio Averroes, quien parece no haber desaparecido inexplicablemente como nos indica el cuento de El Aleph, sino que cuenta haber estado en sueños en Buenos Aires (una ciudad que nunca ha visto) con la complicidad de un bibliotecario ciego llamado Borges: un lector iluminado, capaz de guardar la memoria del mundo en los libros antiguos.
De modo que a lo largo de la obra, la ciudad se va haciendo infinita y aunque destruida una y otra vez por la cólera de sus enemigos, revive con intensidad ante el maravillado lector que la ve renacer de sus cenizas, de sus diversas muertes.

MARCELA RESTOM


Literatura catalana


CONTES AMB FORMA DE L
Miquel de Palol
Raixa, Ed. Moll
Barcelona 2005
207 págs., 12 e

Un collage de cuentos es lo que nos presenta Palol en su continuación al ciclo “Exercicis sobre el punt de vista”, iniciado con la nouvelle Tots els ets i uts. Contes en forma de L (o “Figuracions” o “Terpsicore”, musa de la danza) recoge 29 ejercicios geométrico-literarios de alta precisión narrativa que acaban fusionándose en una especie de novela fragmentada. La mayoría de los relatos aparecen encabezados por el dibujo de una red a la vez figura geométrica que estampa el sentido de las líneas de comunicación que se dan entre los personajes. Palol ha “enganchado” una serie de cuentos que van desde la recuperación de mitos griegos y bíblicos hasta el suspense psicológico, de la ciencia-ficción hasta la pornografía, utilizando los diferentes registros lingüísticos y cambios de estilo que sean necesarios. En algunos su narrativa parece no tener límites: inventa una lengua incomprensible propia de un mundo supraestelar; incluye cartas, canciones y poemas; en el ataque-respuesta a Salomé usa la parte más violenta y descarnada de la lengua. En cambio, en otros relatos, adopta un habla mucho más cercana y relajada. Este juego ya se nos plantea en la cita de Nietzsche que abre el libro: “el artista es aquel que siente como contenido, como cosa en sí, aquello que los no artistas llaman forma”.
Unos cuentos que, por encima de todo, plantean aspectos oscuros del ser humano, a veces de forma repetitiva y poco atractiva. Comparten entre sí algún que otro leitmotiv y están bajo un mismo denominador común, ese halo de visión pesimista de la realidad que no deja salida. En la mayoría de los casos, la única posibilidad de comunicación es el sexo. Acto seguido, lo que queda es el vacío y el egoísmo individual.
Los relatos ganan cuando se nos plantea el tema de la imposibilidad de comunicación y el problema de la identidad del ser humano, sobre todo cuando lo hace mezclando el suspense y el humor amargo. Pero cuando el lector menos se lo espera, nos coloca a todos en un mismo saco, con nuestros pros y nuestros contras, bajo la famosa canción de Vera Lynn “We’ll meet again… some sunny day”. Con esta escena donde todos los personajes del libro podrían estar cantando a coro al estilo de un musical, Palol cierra el libro y parece dejarnos un regusto más bien dulce de la existencia humana. Aunque, en el fondo, lo que hace es maquillar la ambición personal y la absurdidad del juicio al otro para salvar la integridad del yo.

ESTER PINO ESTIVILL


Poesía


CRETA LATERAL TRAVELLING
Agustín Fernández Mallo
La Bolsa de Pipas
Barcelona, 2004
91 págs., 7 e

Creta lateral travelling es una lenta bajada –¿en forma de travelling lateral?– por las esferas de la poesía no trillada, allí donde el lenguaje se exhibe en toda su decadente grandeza. El libro de Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) es un compuesto lírico altamente estupefaciente. De prescripción obligatoria para todos los aficionados a la poesía “incorrecta”, a todos los espíritus curtidos del facilismo tan en boga hoy en día. Los símbolos gráficos y las ecuaciones matemáticas que acompañan las palabras de obediencia técnica participan naturalmente de la concentración y de la eficacia del producto.
De hecho, el autor, físico de formación, intenta echar al hilo de su escritura alucinada los cimientos de lo que él llama “la poesía post-poética”, simbiosis de ciencia y poesía (cuyos principios teóricos-fundacionales expuso en el nº 120 de Lateral en un artículo-manifiesto titulado “Hacia un nuevo paradigma”). Lo menos que puede decirse es que lo logra con brillantez, inscribiéndose en la tradición de Lucrecio o Wittgenstein.
Estructurado como un retorno, una bajada en varios niveles, se podría haber pensado que la caída acabaría en el nivel 0, cuando el autor deja de recordar, en el instante preciso en que la enfermera de servicio le corta el cordón umbilical... pues no: el descenso termina en el 3, en la exaltación del yo que acaba de nacer. Sin embargo, todo había empezado bien, en el nivel 61, en la dulzura de una certidumbre ineludible: la mancha que deja la silueta del autor en las sábanas de lino se hace cada vez más oscura...
Ahora bien: ¿qué hay más allá de la perfección? ¿la cara de Dios tiene algún eje?... La obra de (San) Agustín responde a todo en un dédalo de sensaciones y emociones, teniendo siempre como telón de fondo a Creta, la isla de todas las fantasmagorías, cuna de una civilización fuera de lo común desaparecida inexplicablemente 1500 años antes de Cristo.
Creta lateral travelling obtuvo hace unos meses el primer premio Café Mon (Palma de Mallorca) ¿Sorprendente (dado su carácter atípico)? Posiblemente... En todo caso, alegrémonos. Existen, en el País de la Poesía de la Experiencia, algunos focos de rebelión, donde no se consideran las vanguardias históricas como un episodio fugaz e irrelevante de la cultura del siglo xx.

ÓSCAR VILA


POESÍA COMPLETA
Dylan Thomas

Trad. de Margarita Ardanaz Morán
Visor
Valencia, 2004
419 págs., 16 e

Apenas cinco libros separan a Dylan Thomas (1914-1953) de nosotros, pero ésa es una distancia intransitable. Su obra, ampliamente divulgada, lo ha llevado a ser considerado una de las influencias más notables en la poesía anglosajona del s. xx. Quizás por ello puede encontrarse en español gran parte de su producción, aunque en versiones y antologías que en su mayoría suelen apostar por los libros o poemas más accesibles. Clásicos como Poem in october, Oh make me a mask o Fern Hill están por lo tanto a disposición del lector en más de una versión. Hacía (y hace) falta, sin embargo, una edición crítica de la obra en conjunto. Por ello, digamos en principio que es saludable la reciente publicación de la Poesía completa, que acaba de sacar a la luz Visor: una herramienta indispensable para el reconocimiento de la obra de Thomas.
Dotada de una oralidad que bucea en las tradiciones celtas y galesas, un misticismo que tiene tanto de religioso como de pagano y un manejo del ritmo pocas veces igualado en lengua inglesa, el rasgo más singular de los versos del autor galés radica justamente en esa poderosa simbiosis que contiene los mas diversos significados y las más diversas lecturas. De todo ello, sin embargo, se puede extraer el sentido más intimo de la poesía en cuanto a artefacto de comunicación: un sentimiento que, catapultado desde sus palabras, se condensa en el aire, hermoso e indefinido como niebla. Por todo ello es entendible que la labor de traducción de los poemas del autor galés sea particularmente difícil. La presente versión, de Margarita Ardanaz Morán es, en ese sentido, irregular. Peca por los extremos. Va desde un audacia que la lleva a suprimir expresiones significativas completas (tercer verso de Do not go gentle into that good night) o a limitarse a una errática literalidad (primera estrofa de Love in the Asylum). Más allá de estas y otras inexactitudes, que siempre pueden ampararse en la naturaleza interpretativa de toda traducción, es de lamentar lo que suponemos cierto descuido en la corrección (título y primera línea de Light breaks where no sun shines) así como la escasa información adicional que trae el volumen en cuestión. Apenas una breve introducción de la traductora que resulta bastante poco satisfactoria para el lector interesado.
Muy respetable la labor de Visor, aunque creemos que la Poesía completa de Dylan Thomas se merece aún mayores esfuerzos.

JAIME RODRÍGUEZ Z.


Ensayo


SUBCULTURA:
el significado del estilo

Dick Hebdige
Trad. de Carles Roche Suárez
Paidós
Barcelona, 2004
259 págs., 15 e

Con un título muy afortunado, Subculturas es un clásico de los estudios culturales sobre los movimientos juveniles de la segunda mitad del siglo xx que prolonga la contribución de su autor sobre los mods en el volumen colectivo “Resistance through rituals”. Hebdige amplia su análisis para abarcar a los teddy-boys, la cultura mod y su derivación skin-head, el reagie, el fenómeno punk y el glam rock, con unas escasas menciones a los heavies.
Hebdige es una figura destacada de la Escuela de Birmingham, fundadora de los estudios culturales, y participa de sus referentes teóricos: el estructuralismo y el marxismo. De este modo se propone analizar el fenómeno de las subculturas, continuando la tarea de su mentor Stuart Hall, no a partir de un estudio etnográfico conducido por observación participante sino de un análisis del fenómeno desde la semiótica de Roland Barthes y la perspectiva gramsciana de la hegemonía.
Este proyecto se concreta en el análisis sucesivo de la posición problemática que las diversas subculturas adoptaron en relación a tres ejes fundamentales de la identidad: la clase social, la identidad étnica y, en menor medida, el género. En relación a la clase social, es ejemplar el análisis de la actitud ascendente de los mods y la descendente de los skins; aunque en lo que se refiere a la influencia étnica exagera al formular la tesis de “El imperio contraataca” según la cual el conjunto de las subculturas se define por una reapropiación, aún inconsciente, de la cultura de los negros antillanos.
Subculturas se escribió entre 1976 y 1979, exactamente los años de vida del punk, al que concede mucha importancia, confiando un excesivo optimismo en el potencial subversivo de la trasgresión cultural. Otros textos contemporáneos han completado el cuadro subcultural incorporando movimientos posteriores como los asociados a la música electrónica, el rock independiente o la amplia galaxia hip hop. No obstante, Subculturas es un libro fundamental para conocer aquello que Greil Marcus denominó “la historia secreta del siglo xx”.

BREIXO HARGUINDEY


LA REBELIÓN DE LAS FORMAS
Jorge Wagensberg
Tusquets editores
Barcelona, 2004
318 págs., 18 e

En este país, si la ciencia ha disfrutado de algún tipo de popularidad ha sido a través de la ciencia ficción. Pero el trabajo científico más ortodoxo casi siempre ha vivido replegado en un rincón difícil de penetrar y muy poco amigo de la divulgación. En estos últimos años hemos vivido un proceso de descompresión de este mundo hermético dando lugar a comunicadores científicos que empiezan ya a gozar de cierto reconocimiento público. Entre los más aventajados se encuentra Jorge Wagensberg, autor de este libro, además de director del museo de la ciencia de Barcelona, rebautizado como Cosmocaixa.
Muchos de los citados divulgadores, al tratar temas poco gratos y difíciles de entender para el neófito, ven en esta actitud didáctica un arma para hacer frente al rechazo que puede provocar la dificultad.
La cantidad de ejemplos que contiene La rebelión de las formas es buena muestra de este proceder: próximos, cultos, del propio autor, copiados, del Cosmocaixa, todo con la finalidad de hacer comprensible conceptos complicados. Explicar la selección natural es la tarea que realiza la primera parte del libro. El elemento clave alrededor del cual gira toda la argumentación es la teoría evolucionista, aunque no únicamente referida a los seres vivos, sino también a los seres inertes y a la cultura humana. En los tres frentes, las armas utilizadas para combatir la incertidumbre, coinciden. Para demostrarlo está la segunda parte del libro. En ella se presenta todo un catálogo de formas simples (hexágono, espiral, catenaria…) que cumplen la misma función en cada una de las tres esferas tratadas. Uno de los ejemplos que utiliza para demostrar la selección cultural es la arquitectura de Gaudí, la cual, se erige como el tipo de arquitectura que mejor combate los problemas externos e internos, la llamada incertidumbre.
Destaca la gran capacidad para aglutinar un gran conjunto de conocimientos dispares y hacerlos converger en su discurso.

CARLES MARTÍ


LA CORTE DEL ZAR ROJO
Simon Sebag Montefiore

Trad. de Teófilo
de Lozoya
Crítica
Barcelona, 2004
854 págs., 29 e

Iosiv Stalin ha sido, por muy amargo que sea tener que admitirlo, la figura política más decisiva del siglo xx. No sólo controló la vida de millones de compatriotas –y decidió la muerte de una buena cantidad de ellos–, sino que sus deseos eran órdenes para los Comités Centrales de los partidos comunistas de todo el mundo. Odiado, adorado, temido, venerado, el “Padrecito” Stalin fue una especie de engendro llegado del pasado, un dictador sanguinario y en ocasiones magnánimo, un hombre de una inteligencia muy notable y una memoria prodigiosa, un trabajador infatigable –como buena parte de sus pavorosos jerarcas– y un lector voraz y atentísimo, un paranoico que conocía al detalle aspectos superfluos de su gobierno y que sin embargo ignoraba datos fundamentales para el desarrollo del país: una bestia despiadada que, a pesar de todo, fascinó a millones de personas. Un aparente enigma, en suma. Simon Sebag Montefiore ha querido ir más allá de ese enigma y en su La corte del zar rojo –una renovada “parada de los monstruos”– nos ofrece una imagen más íntima y compleja del dictador y su círculo desde comienzos de los años 30, la fecha del suicidio de Nadia, la complicada e histérica esposa a la que tanto amaba, y la muerte del Vozhd en marzo de 1953. Son dos décadas fascinantes y aterradoras son los años del “gran terror”, de las hambrunas, de los planes quinquenales, de los grandes juicios, de las purgas, del pacto con Hitler, de la Gran Guerra Patriótica, de la derrota nazi; son los años en los que el crédito cosechado por la Revolución de Octubre se dilapida y el sueño da paso a la pesadilla. Rodeado por tipos siniestros, por fanáticos sin escrúpulos, por asesinos en masa, por torturadores como Beria, Stalin mueve los hilos de sus marionetas sin pestañear: no se pierde nada. Pero ¿cómo era en realidad la vida de esos hombres y mujeres que rodeaban al jefe? Patética, furiosa, brillante, febril... Así nos la presenta Montefiore en un texto documentadísimo, con momentos estremecedores, que recuerda a otro texto también fascinante y pavoroso: La vida privada del presidente Mao, del doctor Li Zhisui. A medio camino entre el reportaje y el libro de historia el autor, recurriendo a archivos, memorias y entrevistas, ha elaborado un monumental panfleto anticomunista, ha resaltado los colores más macabros de una época especialmente convulsa y nos ofrece un auténtico retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte. La corte del zar rojo es una especie de biografía colectiva de algunos de los hombres más brutales del pasado siglo –no pierdan de vista al verdugo Blojin- y también una furibunda diatriba –aunque aparentemente no sea esa su intención- contra la ideología que les vio nacer–.
ANTONIO GARCÍA VILA


KARL RAHNER. La actualidad de su pensamiento
VV. AA.
Trad. de Roberto Heraldo Bernet y Alejandro Esteban Lator Ros
Herder
Barcelona, 2004
148 págs., 12 e

En esta breve obra, Editorial Herder ha reunido a cuatro destacados expertos en el pensamiento de Karl Rahner con motivo del centenario de su nacimiento. El rasgo común de cada una de estas aportaciones (cardenal Lehmann, Philip Endean, Jon Sobrino y Günter Wassilowsky) consiste en destacar el papel de Rahner en la renovación de la reflexión teológica, así como su importante contribución hermenéutica y muy especialmente su trascendental papel en el Concilio Vaticano II. También se incluye un antiguo artículo del propio Rahner, en el que éste se felicita por los logros a que el Concilio habrá de dar lugar, que tienen que ver con la emergencia de una nueva forma de entender la teología y la relación entre la comunidad cristiana y la Iglesia.
El artículo que abre el libro, del cardenal Lehmann, repasa el itinerario académico de Rahner y señala alguno de los rasgos más sobresalientes de su teología. El segundo artículo, de Günter Wassilowsky, estudia su aportación al Concilio, mostrando cómo la impronta rahneriana resulta evidente, de un modo especial en el llamado “esquema alemán”, que tan alto protagonismo tuvo en las controversias conciliares y que Wassilowsky interpreta a la luz de la eclesiología de Rahner. Jon Sobrino , por su parte, destaca el talante abierto de Rahner y su conocido respeto hacia alguno de los obispos emblemáticos de la teología de la liberación, como monseñor Romero. Sobrino establece un cierto paralelismo entre las comunidades cristianas latinoamericanas en tanto que realidades de base y la cristología rahneriana que se caracterizó, entre otras cosas, por su oposición al docetismo. Según Sobrino, Rahner habría tratado de dar respuesta a la ilustración simbolizada en Kant y la teología de la liberación a la ilustración simbolizada en Marx. La actitud de Rahner así como su eclesiología lo convierten en un referente con el que cabe dialogar desde la condición, también teológica, de la reflexión que subyace a la visión del cristianismo de base latinoamericano. Por último, Philip Endean analiza la recepción de la obra de Rahner en el mundo anglosajón. Endean contrasta la tradición antimetafísica de este mundo con el gusto rahneriano por la abstracción y nos indica, a su vez, algo que el resto de artículos dejaba entrever; la defensa, en la obra de Rahner, de valores contrapuestos, como la presencia de Dios en la experiencia humana y la autoridad externa de la Iglesia, cuya expresión dogmática entra en conflicto con el alto poder especulativo que caracterizó toda su producción.

RAMON SURROCA

Testimonio


LAS VOCES DEL LABERINTO
Ricard Ruiz

Plaza & Janés
Barcelona, 2005
286 págs., 14 e

En Las voces del laberinto, Ricard Ruiz recoge dos años de trabajo de lo que él mismo denomina un “ejercicio de inmersión en la voz y la mirada del otro”. En este caso, el otro es la esquizofrenia. El libro lo forman un total de doce testimonios de otras tantas personas que padecen la enfermedad, más tres que ha luchado con ella aun sin padecerla. A través de una serie de entrevistas, el autor se acerca a todos los aspectos de la enfermedad. Y es que tras la lectura de este libro, queda claro que no sólo sufre el que está directamente afectado por la enfermedad, sino todos los que le rodean –así, por ejemplo, el autor nos habla de la madre que reprocha a Paul Auster ser el causante de que su hijo se suicidara–. Se trata pues de un trabajo de introspección, de aprendizaje que, estructurado en tres partes, simula la evolución de la enfermedad, así como sus consecuencias. La primera parte está dedicada al brote. En la segunda parte se trata el estigma social; etimológicamente, la esquizofrenia remite a la escisión de la mente como una disociación entre la realidad propia y la colectiva. De este modo, la “no adaptación” que se produce, es el núcleo de la segunda parte del libro, que en este punto propone un aprendizaje mutuo, un no ver al otro como el extraño, lo cual puede fomentar una locura inexistente, “ya sea por los delirios del propio enfermo o por la discriminación que genera el estigma a su alrededor.” La tercera parte está dedicada al despertar: la búsqueda de la salida. Ricard Ruiz muestra aquí la labor que existe detrás de esta búsqueda, con el fin de paliar su sufrimiento.
Vale la pena resaltar el componente literario de este trabajo periodístico, tanto en el ordenamiento de las entrevistas, como en la labor que comporta el hecho de dar toda la información posible, caso a caso, sin desvelar la identidad de los participantes ni traicionar sus testimonios. Además, Ruiz –sin duda llevado por la pasión por los librosque hay que vincular directamente con su trabajo como crítico literario– incluye una última parte en que se vincula la equizofrenia con el genio y la lucidez, a través de un catálogo de grandes autores que vivieron aquejados por la enfermedad, como Strindberg, Van Gogh, Karl Jaspers, Virginia Woolf y un gran número de autores, pintores, creadores que lucharon con ella, volcando su desbordamiento y sus crisis en un acicate creativo.

CAROLINA HERNÁNDEZ

Literatura infantil


Nanas para dormir, para despertar y para llorar...
NUEVA COLECCIÓN
Libro de nanas
Selección de Herrín Hidalgo
llustraciones de Noemí Villamuza
Mediavaca,
Valencia, 2004
116 págs., 20 e

Perdón por comenzar con una pregunta: ¿usted le ha cantado nanas a sus hijos para dormirles? Ya, nunca se le dio bien la música. Sí, claro, con el “estivil” se sale del paso. En fin, dejémoslo. La verdad: ya no se cantan nanas. Y lo más grave: tampoco se leen. Ni se publican. Alguna que otra aparece de vez en cuando escondida en una selección de poemas. Pero un libro entero de nanas, ¡eso es cosa de abuelas! Bueno, de abuelas, y de Vicente Ferrer, el editor de Mediavaca, tenaz subversor de conceptos como infancia, lectura y libros. No hay un catálogo más nonsense que el de Mediavaca, y faltaba un libro de nanas para ampliar esta visión sin fronteras de lo que significa editar para niños.
Es decir, libros cuidados por fuera y por dentro. Formato, papel, color, textos, ilustraciones, guardas, créditos, diseño. Con el permiso de otros editores: se editan. Cada libro es un regalo, como éste dedicado a las nanas, “esos primeros pasos por el mundo de la representación intelectual”, García Lorca dixit.
Como metáfora de esas capas literarias que nos brinda la palabra, la antología se abre con una clásica, “Nanas de la cebolla”, de Miguel Hernández (“Tu risa me hace libre, me pone alas”), para mezclarse enseguida con otras de corte más lúdico, como la “Nana de Julia” de Goytisolo, la “Nana A la nena de la pena” de Gloria Fuertes, o la irreverente “Nana del niño malo” de Pablo Guerrero (“El niño malo tiene/en la cocina/amor-dazado al Coco/sobre una silla”). Si muchas son para dormir, hay unas cuantas para despertar, como las dedicadas a los negritos, de Emilio Ballagas o Nicolás Guillén (“¡Que muera el amo, muera en la brasa!”) y otras para llorar, como la “Nana al niño que nació muerto”, de Gloria Fuertes (“Te iba a poner Tomás/y ya te vas”). De haberla conocido, seguro que Uma Thurman en Kill Bill hubiera cantado “Nana para despertar a un pie”y, por qué no, también “los potrillos, como los chiquillos” tienen derecho a que les canten, eso es lo que dice Leo Maslíah en “Duérmete potrillo”. Y ya puestos, Víctor Jara le canta a un niño vago, Atxaga le recita con rima insoportable a un pequeño manzano y Goytisolo se lo hace a una sufrida madre adúltera (“Padre, amante y niño, me matáis los tres”). Y hay más.
No digan que no es suficiente. El volumen incluye ensayos de García Lorca, de Gabriel Celaya y de Gabriela Mistral. Les faltó el CD, pero los editores han dicho que mejor que cada uno le ponga la música que prefiera, por eso de la creatividad. Las ilustraciones de Noemí Villamuza, en blanco y negro, como la noche y los sueños, iluminan con encanto las escenas, se deslizan por las páginas proponiendo otras lecturas y mostrando que apenas con un lápiz se puede hacer mucho.

ANA GARRALÓN

 
     
   
 
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