nº 125
MAYO 2005
 
 
Debates
 

Narrativa hispánica

VERDES VALLES, COLINAS ROJAS
Ramiro Pinilla
Tusquets
Barcelona, 2004
744 págs., 22 e

Hay escritores que no se conforman con ser hacedores de ficciones y emprenden la Escritura como la creación de una cosmogonía que debe vivir más allá de la Obra. Sus historias, hechas de un extravagante metal pesado, poseen una impecable densidad, una total ausencia de decoro que las convierte en excesivas, intragables y sublimes al mismo tiempo. Ramiro Pinilla (Premio Nadal y Nacional de Crítica de 1961 por Las ciegas hormigas) pertenece a este grupo de raros forjadores de mitologías.
Verdes valles, colinas rojas (primera parte de una trilogía que se augura tan larga como prometedora) construye un hermoso infierno –llamado Getxo– abandonado a los pecados de la intolerancia y el fanatismo religioso. Desde la primera página es inevitable pensar en Faulkner. Pinilla vierte en los límites de la comarca los mitos y leyendas del País Vasco, sobredimensionados, exagerados hasta el paroxismo, como hiciera Faulkner con el condado de Yoknapatawpha. Las endogámicas y decadentes familias sureñas tienen su equivalente en los habitantes de los caseríos de Getxo y Algorta, aquejados de un mal común: la ignorancia doctrinal y cierta recreación obscena en la conciencia de pecado. Pinilla suma al protestantismo faulkneriano el esteticismo sádico de Juan Rulfo y la hagiografía cristiana más populachera.
En este marco barroco y onírico, se superpone la historia reciente del País Vasco trazada a golpe de las deserciones de los jóvenes campesinos que buscan un mísero dorado en las fábricas, las primeras luchas sindicales y la desintegración de las viejas familias oligárquicas. Bajo la mirada de Pinilla lo histórico alcanza una grandilocuencia trágica. Los hechos rastreables en los anales y archivos están ahí, pero deformados por las filtraciones de lo legendario. La lucha de los Baskardo –últimos representantes de la rancia aristocracia vasca– contra los maketos –foráneos que con sus fábricas y costumbres amenazan el orden tradicional–, adquiere la importancia de una rivalidad ancestral entre dos fuerzas telúricas.
Verdes valles…no hace ninguna consideración al lector del metro o de “los diez minutos antes de dormirme”. Los capítulos se prolongan siguiendo un ritmo interno ajeno a la eficiencia de la rapidez en que vivimos inmersos y obligan a una lectura lenta y detenida. La prosa de Pinilla no se anda con remilgos y posee una ambición estética –cuya pretensión es lograr una narración impecable y contar bien una historia– extraña al panorama de las letras nacionales, donde para pertenecer a la onanista “high culture” el escritor, antes de demostrar que sabe escribir, debe mostrar lo que leyó.
Ariadna Castellarnau

LOS ROJOS DE ULTRAMAR
Jordi Soler
Alfaguara
Madrid, 2004
235 págs., 16 e

Aparentemente autobiográfica, intencionalmente fragmentaria y con vocación de revisión histórica, la nueva novela del mexicano Jordi Soler (1964) parte de un hecho histórico concreto para acabar hablando de sentimientos universales y comunes a todos los conflictos del mundo. La idea de la metahistoria, a lo Soldados de Salamina –señalemos que la comparación no es un recurso fácil y se justifica en sí misma al ahondar en la lectura–, y un constante devaneo entre realidad y ficción que sume al lector en un estado de ingravidez tan peligroso como agradable, conforman el hilo conductor de la quinta novela de este autor nacido en La Portuguesa, una comunidad en medio de la selva de Veracruz que albergó durante los años del franquismo a numerosos exiliados catalanes.
Eso es precisamente lo que nos cuenta el narrador sin nombre de la novela: la historia de su abuelo Arcadi que, después de alistarse en el bando republicano, tras la derrota y un tortuoso periplo sin rumbo por el sur de Francia, decide exiliarse en la selva veracruzana con cuatro amigos republicanos y fundar allí una comunidad. Lo que al principio parecía pasajero, sin embargo, acaba siendo una eternidad durante la cual hay tiempo incluso para tramar el asesinato de Franco.
Uno de los aspectos más interesantes de la novela es justamente la concatenación de capítulos de la época con los actuales: por una parte, se nos cuenta la historia de Arcadi, pero al mismo tiempo asistimos a la investigación de su nieto, el narrador, y con él, a la búsqueda de la pista que va siguiendo para dar con toda la información necesaria, que el lector, claro, también necesita. Vuelvan a Cercas y sus soldados.
Sería injusto, sin embargo, no ver el texto de Soler de manera independiente. Aunque a veces se diría que su discurso parece sacrificado por la intención, por la idea, su prosa está repleta –sobre todo en cuanto a las descripciones– de ambientes salidos de la mejor antología del realismo mágico: brillantez y hedonismo. Quizás de esa combinación de texto despedazado que el lector reconstruye a la par que el narrador investiga, y del aire de realismo mágico insertado en el hilo narrativo, resulte un texto genuino.
Abel Ramón Vidal

LEER DEL REVÉS
Eusebio Lahoz
El Cobre
Barcelona, 2005
224 págs., 20 e

Leer del revés es la primera novela del joven narrador barcelonés Eusebio Lahoz (1976). Un ejercicio de realismo canalla que tiene lugar en el Madrid actual, y que se construye como la confluencia de diversas historias paralelas. Fede, el protagonista veinteañero que articula las diferentes tramas, trabaja de camarero en El Rincón, un bar de Madrid que es el punto de encuentro de todos los personajes que completan el conjunto de dramatis personae de la novela. Su llegada a Madrid es el fruto de una huida, aunque muy a su pesar, abandonar Córdoba –su ciudad natal– no le basta para abandonar aquello de lo que realmente está huyendo, la monotonía. Así, sin darse cuenta, Fede cae en un terrible aburrimiento que desemboca en la melancolía, y hasta en la idea del regreso. La acción de la novela tiene lugar entre este primer momento de hastío y su decisión final de no abandonar Madrid.
Entre los personajes que se cruzan en su camino destacan Satur, un abogado obsesionado por el dinero que lleva una vida aparentemente idónea con esposa –Carmen– e hijo –David–; Concepción, la catequista del niño, una mujer gorda y cincuentona que mantuvo una relación de “Electra” con su padre, aunque sin llegar a la consumación, y que es abandonada por éste; y finalmente Luis, el arrendador de Fede, que además se convierte en su confidente. Todos ellos, movidos por la principal debilidad humana: el sexo. De este modo, en el caso de Concepción el sexo está estrechamente vinculado con la represión, y se torna burdo y sórdido. Para Satur es un desahogo diario, es rutina, es el placer por el placer, es infidelidad. A Fede, en cambio, el sexo le sirve para estar atado a alguien, para no sentir la soledad del mundo, que le ha perseguido en su huida de Córdoba. Todos ellos, a lo largo de las 224 páginas de esta novela, buscan en el sexo las respuestas a sus problemas. Y Fede las encuentra en Concepción. Es entonces cuando empieza a “leer del revés”, su vida toma el último giro al que tiene acceso el lector y, ya en Atocha, donde ha llegado para emprender su segunda huida (que es esta vez un regreso), acaba decidiendo quedarse con Madrid, con Concepción y con una satisfacción meramente terrenal que le basta y le sobra. El autor abre con un poema “No tengo ningún interés en leer del revés mientras viajo en camión”; y finaliza con una cita de Cesare Pavese “Si joder no fuese la cosa más importante de la vida, el Génesis no comenzaría por ahí.” Con esta apertura y cierre, el lector puede predecir qué va a leer (del derecho o del revés) en esta novela.
Carolina Hernández

SOLEDADES, DERROTAS Y OTROS DESCONCIERTOS
Javier Setó
Verbum
Madrid, 2004
180 págs., 12 e

Hay un tipo de escritor que supera todo pudor y se describe (y nos describe a todos) con las palabras exactas, que es contemporáneo sin dejar de conversar con la tradición, un tipo de escritor que alcanza altas cotas de cercanía y hondura compartidas con el lector. Tales características se reúnen en Soledades, derrotas y otros desconciertos, la primera novela de Javier Setó (Barcelona, 1960).
El libro, escrito con pasmosa precisión y concentración verbales, es una espléndida ejecución del género del relato breve. Setó ha querido dividirlo en cinco secciones que son a su vez descripciones de las muchas caras del fracaso: la del amor en “Del amor y del deseo”; la mitología en “Posthoméricas”; la cotidianeidad, la historia y los sueños en “Otros relatos”; el arte en “Galería”; y la literatura en “Variaciones, pastiches, homenajes”. El final del cuento titulado precisamente “La derrota”, es una perfecta definición del desolado paisaje de fondo de todas sus historias: “por un momento terrible ha sido como si hubiéramos recuperado un conocimiento ancestral, ése que acumula y contiene todas las derrotas padecidas por todos los hombres de todas las épocas”. Ya lo anticipaba el epígrafe de Conrad: “Vivimos tal y como soñamos: solos”. Con una sintaxis apretada que discurre lentamente, los relatos de Setó describen con ironía una realidad que atraviesa el sueño y una pesadilla que termina siendo acaso lo más real de todo. Sus personajes, derrotados por naturaleza, se mueven constantemente en esos registros, cruzan de la vida al sueño, en un intento desesperado por estar a salvo.
Setó se vale de diversos recursos para crear un ideal de estructura –por ejemplo el personaje anímico parece siempre el mismo– que convierte a la ópera prima de Setó en un organismo vivo y funcional.
Detrás del aparente ocultamiento de la mayoría de los textos, llenos de guiños, erudición y juegos intertextuales, la imagen final es de una desnudez extrema: su culturalismo es una máscara que, en vez de ocultar, delata, retrata y exhibe la condición humana más desgarrada.
Juan Miguel López

Literatura extranjera

MAMÍFEROS
Pierre Mérot
Trad. de Encarna Gómez Castejón
Anagrama
Barcelona, 2004
184 págs., 13,50 e

Avalada por el prestigioso Prix de Flore 2003, la novela de Pierre Mérot, Mamíferos, se ofrece al lector como una moderna variación del género que acerca su texto al guión de uno de esos programas de televisión basados en monólogos supuestamente ocurrentes. Mérot pasó de la televisión al teatro y ahora llega a la novela, en un fenómeno que, como se ve, no es privativo de la caspa patria.
Mamíferos ¿cuenta? la historia del tío de un narrador que lo usa como máscara de su propia peripecia vital. Desde esta parva distancia crítica, el narrador se acerca a su personaje con una técnica que le permite “sacar punta” a los acontecimientos, de tipo personal, afectivo y laboral, que jalonan la vida del personaje, yendo siempre más allá de éste para construir una sociología de baratillo, pero ácida, muy ácida. Es tan corrosiva, que, cayendo de bruces en la caricatura, se vuelve cómplice imperdonable del caos del que abomina, porque alimenta el tópico del malditismo al pie de la letra, o del río... de alcohol, lo cual convierte la existencia del tío en una vistosa parte del decorado, jamás en la refutación de la obra.
“Una familia es la caricatura de una sociedad”, afirma el narrador. De igual modo, su novela es una caricatura del género. La técnica ¿narrativa? es exacta a la de los referidos monólogos televisivos: echa mano de alguna afirmación sorprendente –“El trabajo es una de las principales causas de la desdicha de la humanidad; la otra es el amor”– o algunas trascendentales preguntas –¿Qué es un bar nocturno? ¿Qué es una editorial? ¿Qué es una democracia? ¿Qué es un intento de suicidio afectivo?–.
Pierre Mérot exhibe una visión crítica de la sociedad, al tiempo que contemporizadora con su personaje, encarnación topiquísima del derrotado, en quien la inclinación etílica tiene la inequívoca querencia del viaje a la semilla: “Bebió su placenta. Fue su primer bar. Un día, ella lo expulsó a su pesar. Y ahora va usted de barra en barra buscando su dosis de líquido primordial.” Si Valle, mirando el interior de un vaso vacío, descubrió el esperpento, Mérot simplemente se ha quedado con la vista fija en el recipiente.
Como toda sátira que se precie, Mamíferos es una obra profundamente moralista, y por esa misma razón resultan cargantes y afectados tantos juicios taxativos mezclados con supuestas humoradas que –o tempora, o mores!– harán, sin embargo, las delicias de quienes tengan poca o ninguna experiencia lectora.
Dimas Mas

TE LLEVARÉ CONMIGO
Niccol Ammaniti
Trad. de Juan Vivanco Gefaell
Mondadori
Barcelona, 2004
405 págs., 21 e

Dos historias que se inician a miles de kilómetros acaban coincidiendo en un pequeño pueblo italiano, de esos en los que todo el mundo sabe quién es quién. Por un lado Graziano Biglia, un play boy venido a menos, músico y bohemio, que ha quemado su juventud en sexo y diversión, la juventud que todo joven anhela. Por el otro Pietro Moroni, un chaval asfixiado por una familia tan sólo aparente y por su propia incapacidad para imponérsele. Las dos historias se desarrollan en paralelo hasta que entroncan en un encuentro violento (Graziano salva a Pietro de una paliza) y en un personaje en común, Flora Palmieri, la profesora del segundo, y la última posibilidad para el primero de rehacer su vida con una mujer bella e inteligente, dedicada al cuidado de una madre inerte que sigue mandándole sus directrices a través de telepatía, o de una esquizofrenia incipiente.
Es destacable el pulso narrativo que NiccolÚ Ammaniti consigue conferir a un texto limpio de artificio, así como su aparente facilidad para construir personajes sólidos y reconocibles, previsibles en sus posiciones y pensamientos, aunque no tanto en sus acciones y reacciones. La mayoría de los personajes principales viven enquistados en existencias insatisfactorias no elegidas conscientemente o impuestas por unos compañeros de ruta inamovibles. A medida que la trama avanza, se van dando las circunstancias necesarias para que el paisaje se torne más confortable, pero desafortunadamente no es así. En esta novela, todo presunto cambio a mejor siempre acaba siendo a peor, y en ocasiones a mucho peor. Aunque alejada del adoctrinamiento o del falso moralismo, su conclusión podría ser tomada como un ejemplo del inmovilismo satisfactorio. Para qué abandonar la calidez de un refugio, a pesar de las goteras o de las grietas, si de camino a otro refugio mejor acondicionado, uno puede resbalar y caer a un abismo sin fondo.
Cabe destacar que la trama está salpicada por algunas imágenes muy impactantes, tenebrosas, no exentas de humanidad, y por ello más terroríficas aún, que recuerdan, junto a la elección de una pequeña localidad, el escenario perfecto para controlar las correrías de todos sus habitantes, la huella del rey del terror: Stephen King, aunque Ammaniti se muestre mucho más apegado a la realidad circundante, quizá por ser hijo de la globalidad y nieto del hiperrealismo.
En conclusión, si en las próximas horas alguien te propone llevarte, súbete, agárrate fuerte y sonríele a un futuro inexistente, porque todo lo bueno que esperes de él ocurrirá tan sólo en tus expectativas.
Carlos Pujalte

Literatura infantil

BUSCADORES DE TESOROS, CUENTOS DE PIRATAS
Seve Calleja (compilador)
Ilustraciones de ¡ngel Domínguez
Editorial Juventud, Colección Cuentos universales
247 págs., 32 e

Tempestades, islas, bahías en las que atracar barcos, tesoros ocultos, enigmáticos mapas, maleficios, robos, motines a bordo, persecuciones y abordajes en alta mar son algunos de los ingredientes de esta cuidada recopilación de cuentos de piratas, que cuenta entre sus páginas con relatos de clásicos como Walter Scott, R. L. Stevenson, Edgar Allan Poe o Washington Irving, entre otros. A través de sus páginas, vamos alejándonos de las costas de Borneo por el mar de Malasia, donde encontramos a un pensativo Sandokán, para levar anclas en el mismo mar Caribe, en el que durante casi dos siglos encontraron su escondite piratas de todas clases: bucaneros como Morgan, filibusteros pertenecientes a la gran cofradía de los Hermanos de la Costa y corsarios enrolados en la tarea de perjudicar el comercio de gobiernos enemigos y obtener una ganancia rápida. Entre ellos, encontramos al odioso Sharkey, de tez cadavérica y manos huesudas, capitán del barco de casco negro más temido del mar Caribe; al famoso pirata Morgan, convertido en gobernador de Jamaica con la contradictoria o al menos extraña misión de limpiar de piratas el Caribe, y al tenebroso huésped de la posada del Almirante Benbow, figura desencadenante de la búsqueda del tesoro más conocida de la literatura universal. A estos bandidos de mar les acompañan otros personajes que sin tener nada que ver con el mundo de la piratería, se ven inmersos en situaciones extravagantes o en búsquedas casi esquizofrénicas de tesoros perdidos. En total, diez variopintos relatos de piratas, que nos muestran un amplio espectro de los héroes por excelencia de las historias de aventuras.
Un viaje al que nos invita Seve Calleja, compilador del volúmen, y que sitúa al lector en los tiempos históricos del pirata despiadado, para trasladarlo rápidamente a las historias románticas en las que el pirata aparece como ser temible pero también justo y heroico, como tantas veces nos ha mostrado el cine y la literatura.
En un apéndice final, el compilador traza un recorrido en el que, a modo de estado de la cuestión, traza un panorama general de las obras sobre piratería que existen en castellano. Y todo esto, recreado por las minuciosas ilustraciones de ¡ngel Domínguez, pirata de corazón, que retratan a la perfección los rostros de tantos piratas que forman parte, desde siempre, del imaginario de cada uno de nosotros. Porque, ¿quién no ha soñado alguna vez convertirse en uno de ellos?

Anna Juan Cantavella

Literatura catalana

SI UN PERSA VIATGÉS A CATALUNYA
Miquel Porta Perales
L’Esfera dels llibres
Barcelona, 2005
192 págs., 16 e

No se trata del mismo personaje de las Cartas persas de Montesquieu, pero el Usbek narrador y protagonista de Si un persa viatgés a Catalunya parece ser un pariente contemporáneo de aquél. Cuanto menos poseen en común un sentido sutil de la ironía, una importante capacidad de observación y una mirada inteligente y crítica.
A modo de panfleto, entendido no tanto como libelo difamatorio sino como, según definición francesa, escrito satírico sobre el gobierno, las instituciones o los políticos, Miquel Porta Perales adopta el punto de vista del persa Usbek para pasar revista a los tópicos de la política catalana de los últimos veinticinco años.
Siguiendo los pasos de una trama narrativa muy simple –la del paseo de Usbek por Barcelona y su encuentro amoroso con Mireia, una joven nacionalista de izquierdas– el lector tiene la posibilidad de recorrer y criticar, junto con el narrador protagonista, los hitos más importantes de lo que Miquel Porta Perales denomina nacionalprogresismo.
En su estancia barcelonesa, el persa Usbek no puede menos que sorprenderse ante algunas de las noticias que lee en los periódicos y revistas, sea la de unos padres en pañales que protestan por la reducción de educadores en las guarderías municipales, sea la declaración de progresismo y anticapitalismo de una responsable cultural que no tiene pudor en exhibir la lujosa casa que posee en el Ampurdán. También le llama la atención la ingenuidad de estas gentes –y su discurso infantil sobre el diálogo y la tolerancia– incapaces, por otra parte, de ver la contradicción que supone la convivencia con la xenofobia institucionalizada del nacionalismo. O el antiamericanismo alimentado por intelectuales que no movieron ni un dedo para denunciar la barbarie estalinista. O las falsedades, por no decir mentiras, con que se transmite la historia de Cataluña y de España. O el despotismo de la identidad nacional. O la falta de adecuación a la realidad. O…
La ironía del primer capítulo se va convirtiendo en un panfleto en el que Usbek-Miquel Porta Perales expone su alternativa liberalconservadora para combatir, parafraseando a Michel Foucault, “el poder pastoral” de ese nacionalprogresismo catalán hecho de esencialismo, populismo, negativismo y bonomismo. Pero lo cierto es que Si un persa viatgés a Catalunya es un texto eficaz que se lee de un tirón y que a buen seguro servirá para preguntarse, como lo hace el autor, si merece la pena perder el tiempo con una cuestión tan alejada de los intereses y necesidades de aquellos a quienes el nacionalprogresismo dice representar.
Leah Bonnín

Poesía

CANTO DE PENUMBRA
Hanni Ossott
Reverso Ediciones
Barcelona, 2004
184 págs., 17 e

Canto de penumbra inaugura la publicación de una obra hasta ahora inédita en España, a pesar de su renombre en el país de origen de la autora, Venezuela. La urgencia por difundir una escritura como la de Ossott fundamenta, pues, esta antología. Y ciertamente resultaba inaudita la tardanza en tal divulgación: esta poesía merece lectura por el modo como configura las significaciones.
De entre los textos escogidos de nueve poemarios, los pertenecientes a los tres primeros –tal vez por iniciar la trayectoria– evidencian un trabajo experimental no por ello menos interesante, pero todavía alejado del dominio de la representación desde la palabra. Por el contrario, a partir de 1983, y en adelante, la poesía de Hanni Ossott desatiende lo abstracto para hacer del lenguaje una instancia de meditación donde las imágenes logran constituir un espacio, el familiar la mayoría de las veces. Pero aunque los poemas se ocupan de la muerte, la infancia, la enfermedad, los aislamientos, más que secuenciar motivos invitan al lector a detenerse en ciertas recreaciones escriturales de marcada insistencia, como la casa, el estanque, el jardín, las estrellas, el vestido; sólo a través de estos dominios el poema refiere aquella reflexión que lo fundamenta: la fugacidad en todo, la dependencia originaria, lo inexplicable. ¿Cómo no deleitarse con tales particularidades, e incluso con el asombro que quizás generen? ¿Con qué criterio eludir semejante exploración de la palabra? Poética de la pérdida, los desencuentros desde la memoria, el suplicio por lo irrecuperable; escritura del descrédito en torno a ciertos escenarios psiquiátricos y también sobre la realización del poema.
Si bien es cierto que Hanni Ossott escribía para saber de sí –como afirmó en Memoria de una Poética–, la lectura de su producción permite reconocer el artificio, la transfiguración de los estados del cuerpo. Esta poesía del morir en todas sus formas maravilla no sólo porque procede del “vivir anímico” de la poeta, sino por los mecanismos escriturales con los que su sentir se renueva en la página. Canto de penumbra posibilita entonces la travesía por este proceso de decantación en el que sobresalen –y es necesario insistir en ello– determinadas reincidencias.
Lorena Bou Linhar

LA OSCURIDAD Y OTRAS MITADES. LO QUE ELLA NO DIJO
Elisa Velasco
Dilema
Madrid, 2004
120 págs., 9,50 e

Es trascendente la escritura? Lo que muestra la de Elisa Velasco (Madrid, 1959) es huidizo y si hablamos de trascendencia, ésta se queda en el borde mismo del discurso, porque no estamos ante una poesía moral, sino perpleja: “Ahora te estoy viendo pasar ante mis ojos./ Nadie se pregunta por lo que está ocurriendo./ Mirar y ver. Qué sitio tan extraño para vivir. Y, sin embargo, qué consolador”. Perplejidad y transformación, sin certezas inmediatas. Algo lejano se intuye en esta poesía que transita entre la pérdida y el reencuentro bajo una forma de mirar que no es melancólica y que sin embargo tiene algo de tristeza.
Las grandes palabras, los evidentes retratos del mundo, las metáforas, ésas que una adivina como enredaderas que cubren la estructura de un edificio... no hay nada de eso en esta poesía. La palabra es concisa, y en algunas ocasiones construye diminutos relatos que te hacen sentir cierta extrañeza. Me pregunto si el afán de atrapar el tiempo es el impulso que mueve esta escritura – “atónitos sin saber lo que las cosas significan, somos entonces entre dos palabras”– esa voz que encaja ahí, donde hace falta. ¿Que es de mujer? ¿Que se refiera a un “ella” a veces? Esa “ella” ejecuta una serie de actos cotidianos en los que se reconoce cualquiera. Vestirse, mirar por la ventana, rememorar mientras aprieta la cafetera... lo que parece absurdo y es cotidiano, todo ello forma parte de la esencia del sujeto poético que Elisa Velasco nos muestra como si fuera un espejo de dos dimensiones. En una, el sujeto se sabe, se observa y se mira. En la otra, cae alrededor de la incertidumbre y nos lleva a lo impreciso: “Todavía no sé cuál es el mecanismo de la realidad. Si es que tiene mecanismo, si es que no es un inmenso cajón de sastre regido por las leyes de la gravedad”. Recordamos a Pessoa en toda su lucidez contradictoria. Pero nada de romanticismo, ni siquiera misticismo, hay mucho de filosófico, y una inmediatez que capta lo efímero, como una foto de Cartier Bresson o una pintura de Edward Hopper. Deambular y mirar tuteándose con el flaneur baudelaireano, en una calle mucho más estrecha que desdibuja la ciudad convertida en apartamento ante la presión de lo indecible que quiere ser dicho: “Ella dijo: hoy ha sido un día fácil, pero en la/ facilidad había un poro abierto: la mecánica/ negaba todos los principios anteriores y una/ nueva forma de sentir hacía acto de presencia”.

Concha García

 

Ensayo

CICLO. POR UNA VOLUNTAD DE VIVIR
Alberto Hernando
Icaria
Barcelona, 2005
157 págs., 12 e

Después de su celebrado Cunnus (1996), el filósofo y crítico cultural Alberto Hernando (Barcelona, 1950) propone con su segundo ensayo, Ciclo, un nuevo paso en la vía de la perturbación. Organizado a partir de nueve secciones que conforman un devenir –en el sentido deleuziano– o camino de (des)aprendizaje, el volumen se presenta a modo de glosario, proponiendo una serie de redefiniciones de términos clásicos del pensamiento, que Hernando hace propios barajando las fuentes de la etimología, la mitología y la estética –entre otras. Cada definición adopta, como brújula o señuelo, una cita, cuya procedencia corresponde, mayormente, a las tradiciones francesa y germánica. No se trata, sin embargo, de un libro de glosas o de jardines ajenos, sino más bien de un concienzudo ejercicio de extensión y ampliación del sentido –cuando no de cuestionamiento y erradicación del mismo– que saca a la luz los aspectos solapados o marginales del pensar. Una ratio seminalis, pues, que se inscribe decididamente en la tradición diferencial de Georges Bataille y del primer Jean Baudrillard para exorcizar el significado de sus figuras institucionales y restituírselo al vacío, que aquí que se nos aparece como plétora de significación.
Historizar e histerizar las ideas es la doble orientación propuesta en la deriva de Ciclo, que encuentra una de sus figuras centrales en el mito de Caín. En la lectura de Hernando la marca cainita es evaluada como palabra inaugural, como huella inscrita en el cuerpo que simultáneamente funda la Ley y da fe de su transgresión. De ahí se deriva una fecunda concepción de la escritura como estigma que mancha y categoriza a su autor, pero también como tatuaje (ilustración del cuerpo, concepción de la piel como página) o como piercing (alteración del cuerpo por medio de la tecnología). Esta concepción recorre una larga serie de motivos, desde la sombra hasta el crepúsculo, que se nos revelan como partes malditas de nuestra experiencia, tanto más relevantes por su carácter suplementario o excesivo. De esta manera, el interés contemporáneo por los motivos de la abyección, la crueldad y lo físico como espacio para el exceso encuentra una iluminadora formulación en las secciones dedicadas al tránsito y a la muerte. Una filosofía, en fin, apostada al fulgor de la iluminación fatal, rica en aforismos y vislumbres del abismo y tenazmente arrojada contra las consolaciones de la razón.

Eloy Fernández Porta

MATANZA Y CULTURA
Victor Davis Hanson
Trad. de Amado Diéguez Rodríguez
Turner
Madrid, 2004
545 págs., 29,50 e

La supremacía –se asume que superioridad– de Occidente sobre otras culturas no descansa en su cultura, tecnología y ciencia, sino en el hecho de que éstas han sabido combinarse en el campo de batalla, hasta lograr que el soldado occidental sea el más mortífero del mundo desde hace ya más de veinte siglos. La democracia griega permitió que los hoplitas pudieran aconsejar a sus generales en situación de igualdad; la superioridad técnica europea permitió que una ciudad, Venecia, pudiera tener una flota equivalente a la de todo el Imperio turco; la disciplina ciudadana permitió que Roma pudiera seguir luchando pese a las derrotas frente a Aníbal. Los ejércitos de Occidente, incluidos los de Cortes o Alejandro, han sido democracias armadas. Ésa es al menos la tesis del autor de este libro. Me permito dudarlo.
Sin embargo, Victor Davis Hanson debe creerlo, porque ha dedicado tres libros a la manera en que los griegos hacían la guerra –otro a la decadencia de los estudios clásicos en las Universidades de su país–, tres a una teoría de la guerra y uno a biografiar a sus héroes –Sherman, Patton, Epaminondas–, y en todos ellos ha repetido la misma tesis. Hanson combina en sus libros un profundo conocimiento de la historia clásica junto al no menos profundo convencimiento de que la historia de Occidente es sólo un prólogo a la historia, breve y en lo militar usualmente victoriosa, de los Estados Unidos. De esa combinación han nacido unas teorías que reaparecen en todos sus libros: el soldado ciudadano es el rey del campo de batalla; todos los ejércitos occidentales han tenido a ese ciudadano como columna vertebral y es ese ciudadano el que ha hecho invencible a Occidente frente a otras culturas, basadas en la sumisión ciega, con las que se ha enfrentado. Como todas las tesis que reducen complejos procesos históricos a un solo factor, ésta es buena para avivar el debate pero también falsa. Pese a ello no deja de ser interesante ver las campañas citadas como prueba: tres batallas clásicas, Salamina, Gaugamela y Cannas (donde un Oriente helenizado y occidentalizado derrotó al ejército romano); una medieval, Poitiers; dos renacentistas, Tenochtitlán y Lepanto; una victoriana, Rorke Drift; y dos modernas, Midway y la ofensiva del Tet. Es un listado tramposo en el que Hanson cae incluso en el revisionismo cuando afirma que los Estados Unidos vencieron en la batalla del Tet, o cuando, para hacer cuadrar su tesis sobre el soldado ciudadano, lo inventa en Poitiers o Tenochtitlán.
Prueba de que el conocimiento más profundo sobre una materia puede ser afectado por el dogma –aquí la superioridad del modelo anglosajón sobre otras culturas–, este libro no deja de ser interesante para los aficionados a la historia militar, por la abundancia de detalles perdidos o ignorados en otros libros quizás más objetivos.

Juan Carlos Castillón

LA PRÁCTICA DE MANUEL SACRISTÁN
Juan-Ramón Capella
Trotta
Madrid, 2005
288 págs., 15 e

No todo el monte es orégano, ni todos los comunistas iguales. Sartre y su círculo de mandarines desconfiaban de los comunistas porque les consideraban estrechos de miras e incapaces de alcanzar el horizonte intelectual marcado por el existencialismo. El diagnóstico sería acertado en tanto que tuviese presente que las limitaciones no eran propias de los intelectuales comunistas y sus análisis, sino más bien fruto del férreo control que los dirigentes del partido establecían sobre sus intelectuales. Y en el comunismo español ocurría lo mismo, sólo que algunos intelectuales españoles se resistían al yugo del aparato político, como es el caso de Manuel Sacristán.
La presente biografía intelectual y política, escrita por un alumno y amigo de Sacristán, muestra claramente cómo esa tensión entre las fuerzas del politicismo sujeto a la lucha por el poder (a menudo dirigida desde Moscú), y la libertad de pensamiento pugnan hasta que se rompe la cuerda y el militante acaba expulsado del nido rojo, pero sin ataduras intelectuales. Juan-Ramón Capella emprende en este libro –que, reconoce, le ha costado mucho tiempo decidirse a escribir– la tarea de explicar la vida y el pensamiento de un intelectual y activista político militante en el PCE desde finales de los años cincuenta, cosa que implica recorrer las bases intelectuales de la profunda reforma que ha sufrido el pensamiento progresista en los últimos años. Sacristán, desde su marxismo sui generis, tan gramsciano, contribuyó grandemente a tal empresa, y Capella lo explica con todo detalle, creando a la vez una expectación semejante a la de un drama que va tejiéndose poco a poco e incita a seguir su hilo hasta el final.
El autor aporta una detallada descripción del ambiente en la izquierda española clandestina desde 1939. Generosamente documentado y contrastado, contiene numerosos ejemplos de cómo la honestidad de muchos militantes quedó injuriada por los intereses de los dirigentes comunistas (y por eso muchos de ellos acabaron en el socialismo democrático). Entre ellos, Carrillo, quien se deshizo de algunos intelectuales simplemente porque sus posiciones teóricas amenazaban su situación como líder del PCE. En suma, un magnífico repaso a la historia intelectual de la España de posguerra, durante la cual algunas figuras con autoridad moral, como Manuel Sacristán, formaron parte de una resistencia no precisamente silenciosa, sino que desde sus precarios medios se pronunciaron y acabaron silenciados, por el régimen y por sus propios aliados.

Josep Pradas

LA POÉTICA DE LA MIRADA
Yvette Sánchez y Roland Spiller (ed.)
Visor
Madrid, 2005
232 págs., 16 e

Un total de diecisiete autores se han confabulado para analizar un extenso conjunto de obras y autores de la literatura hispánica del siglo xx, utilizando el concepto de mirada como leitmotiv. Algunos de los autores creadores de miradas son Felisberto Hernández, Montserrat Roig y Pedro Salinas. Entre los analistas de estas miradas están Yvette Sánchez, Gonzalo Navajas, Enrique Turpin y José Maria Merino. Todos ellos entienden bien que este acto reflexivo es el pilar donde se sustenta el conocimiento, destacando sobre todo que lo más importante no es lo que se mira sino cómo se mira. Pocos análisis artísticos han utilizado corrientes de pensamiento como la hermenéutica, las teorías de la visibilidad, Gadamer, Sartre, Merleau-Ponty… (autores que versan sobre la mirada en general). La literatura ha sido de las primeras artes en afrontar sus estudios utilizando como base estos referentes. Otras disciplinas artísticas los ignoran. Y si sólo nos fijamos en este país, las deficiencias son todavía mayores, con lo cual, bienvenidos sean todas las aportaciones.
La forma de hacer uso de esta mirada teórica del libro difiere en todos ellos. Algunos la utilizan muy tangencialmente; otros ni la citan, pero latentemente construyen su texto a partir de este discurso. También hay los que simplemente se dedican a hacer un simple cómputo de miradas del libro analizado. Otros, y aquí me detengo, antes de empezar a desmenuzar el texto o al autor, se dedican a describir su propia concepción de la mirada, y a nombrar a sus autores de referencia, lo cual da un empaque mucho más creíble y sabroso a sus disertaciones. Destaco, sobre todo, a Roland Spiller y su estudio sobre Marsé, Marías
y Merino.
Muchos de los textos tratados tienen el contenido necesario para llegar a convertirse en un referente, en textos de estudio para el análisis de Borges, Paz, Pizarnik, Salinas… Valorando la obra en su conjunto, cabe decir que el libro tiene, como todas las obras polifónicas, un inconveniente: dependiendo del autor, la cosa fluctúa. Pero este problema puede entenderse como la virtud; ofrece una variedad dispersa de voces que observan la mirada de nuestros literatos, y que la crítica hispánica necesitaba.

Carles Martí-Bosacoma

FIGURAS DEL PODER. ESTUDIOS DE FILOSOFÍA POLÍTICA. DE MAQUIAVELO A FOUCAULT
Yves Charles Zarka
Trad. de Tomás Onaindía Gascón
Biblioteca Nueva
Madrid, 2004
174 págs., 11 e

El poder es, guste o no, la médula que vertebra las instituciones políticas y sociales. El poder es el elemento, difícil de definir, que, a la postre, da sentido a las luchas que han conformado la modernidad. El poder es el punto obligado por el que hay que transitar para lograr pensar con sentido las instituciones, las leyes o el gobierno. Dada su relevancia no es extraño que haya sido objeto privilegiado, si bien camuflado bajo distintas máscaras, de la reflexión de los filósofos ya desde Platón. Yves Charles Zarka, director de investigación en el CNRS, profesor de filosofía política en París y director del Centre Thomas Hobbes, intenta en estas Figuras del poder aproximarse a algunas de esas propuestas.
Según afirma el propio autor la obra pretende responder a dos cuestiones fundamentales: ¿qué figuras han definido el poder en la época moderna y contemporánea?, y ¿cómo reflexionar sobre la relación entre estructuras de poder y formas de gobierno, en concreto, en las democracias contemporáneas? La pretensión es ambiciosa, como vemos, pero el resultado es tan sólo discreto. Son interesantes sus análisis –aunque a menudo alejados de esas pretensiones que el mismo Zarka señala– pero excesivamente esquemáticos: no permiten profundizar en unos temas que presenta con solvencia e indudables conocimientos pero que, sin embargo, deja sin concluir, tan sólo esbozados. En ocasiones, incluso, parece alejarse de lo que en la introducción propone, sin percibir el lector muy bien la pertinencia de algún texto –en especial los dedicados a la Historia.
En la primera parte de la obra Zarka estudia el paso de la modernidad a lo que al filósofo francés denomina “ultramodernidad”, así como el papel de la patria en Maquiavelo, de la curiosidad en Hobbes (el autor mejor estudiado en estas páginas), y la “mutación del heroísmo” en Vico; en la segunda analiza las relaciones entre historia y derecho, tratando la constitución de la conciencia histórica y la crisis del derecho natural moderno; y en la tercera se aproxima al “gobierno de la democracia”, ocupándose de la triple crisis del Estado-nación, de la libertad individual y del trabajo, del complejo tema de la razón de estado, de las relaciones entre política y ficción y, por último, del concepto de poder en Foucault, en un texto interesante como los demás pero igualmente esquemático. A pesar de quedarse en meras introducciones, se trata de unos apuntes que muestran buenas maneras, ensayos que proponen temas complejos y sugerentes.

ANTONIO GARCÍA VILA

Biografía

JAIME GIL DE BIEDMA
Miguel Dalmau
Circe
Barcelona, 2004
510 págs., 29 e

El retrato literario tiene su antecedente memorable en Sainte-Beuve (1804-1869), que, en clave de folletín, aireaba el lado más íntimo de sus personajes dentro de una corriente que parte del Romanticismo y se hace resistente con el Positivismo. Carlos Reis, estudioso del análisis literario, afirma que “una perspectiva biografista constituye la forma más simplista y li-neal” de abordar la lectura y la interpretación de cualquier obra literaria. El propio Gil de Biedma ironiza con el género al publicar su Retrato del artista en 1956, a su vez, eco de Joyce. Por tanto, este método del “retrato” aplicado a Gil de Biedma parece un tanto decimonónico, con el agravante de que buena parte de la información que Dalmau aporta no se basa en datos que puedan ser contrastados, sino que han sido logrados por el ingenioso modo de recortar y pegar una serie de testimonios, sobre todo orales, concedidos con largueza.
El “Tríptico, 1978” con el que arranca el libro; “fusila” una parte del prólogo de Conversaciones de Gil de Biedma (El Aleph, 2002) y es, además, una manipulación caprichosa de varios cuadros de Bacon, que Dalmau dispone como tríptico para poder ordenar su “retrato”. El primer panel de este supuesto tríptico aborda la historia familiar y personal del poeta en 75 páginas, para las que no ha necesitado consultar ni un solo libro de Historia. Y el segundo repasa, con jugosos errores de interpretación, la obra de Gil de Biedma en 125 páginas. Ambos se interrumpen en 1985. El tercer panel, en el que se relata con naturalismo clínico la vida sexual del poeta, ocupa las 255 restantes hasta su muerte, en 1990. El tríptico no parece estar bien compensado. En realidad, las dos primeras partes no son más que un aperitivo mal descongelado antes de atacar el chuletón casi crudo de la enérgica y atareada sexualidad del poeta, que ya no escandaliza ni a los niños de la doctrina.
La bibliografía “básica” de la obra, limosna a la puerta de una iglesia, no puede ocultar el feo vicio de Dalmau de no mencionar las fuentes y, lo que es peor, apropiarse indebidamente de ellas. Por ejemplo, de Shirley Mangini (Gil de Biedma, 1980), que utiliza sin escrúpulo, o sea, sin las obligadas comillas, que son las que indican el propietario del texto. Y no cabe aquí la eximente de intertextualidad, que consiste, según Bajtin, en un diálogo textual y no en mera una copia.

JAVIER PÉREZ ESCOHOTADO

CRÓNICAS (VOLUMEN I)
Bob Dylan
Trad. de Miguel Izquierdo Ramón
Global Rhythm Press
Barcelona, 2005
304 págs., 22,90 e

No es casualidad que un Dylan menor de edad atravesase tres estados en un sedan Impala del 57 y llegase a Nueva York después de veinticuatro horas de viaje sólo para conocer a Woody Guthrie. Crónicas, Volumen 1 nos recuerda a Bound for glory, la autobiografía del héroe del folk. Y al igual que en el testimonio de Guthrie, algo delicioso ocurre con las Crónicas de Dylan: el trovador nos entrega una nítida radiografía de la sociedad americana de los años 60. Atento a todo lo que lo rodea –de ahí quizás el formato “crónica”–, Dylan describe con nostalgia sus años de anonimato en el Village, habla de sus inseguridades con una honestidad que se agradece y reniega, a su gusto, de la fama para crear una canción de 293 páginas que bien podría entonarse como himno folk.
Pero Crónicas es, sobre todo, un nutrido manual de música popular. Todas las canciones de las que habla no cabrían en diez iPods. La fascinación que siente por ellas se distingue del resto del libro como un concentrado solo de armónica. Porque al escribir sobre sus influencias literarias, por ejemplo, lo hace como quien a la vez masticara una pajita. Su curiosidad es devoradora, pero su acercamiento al “Arte” tiene la pureza de un niño que va por primera vez a un acuario. Usa palabras como “tipo” y “cosa” para referirse a más de una vaca sagrada. Nada está dicho. El canon no importa. Dylan se ríe de Balzac y se confiesa voraz consumidor de comerciales de TV. Pero con la música su seriedad es científica. Quizús las partes más bellas del libro sean rendidos homenajes a grandes músicos, sobre todo del folk, género que considera una herencia.
Crónicas, lejos de ser las memorias de alguien que ve su vida para atrás o la excusa perfecta para experimentar con la literatura –como lo hizo en 1966 cuando escribió una colección de poemas y narraciones post beat a las que llamó Tarántula–, es el testimonio de quien mira su vida de frente, tal y como es, sin venias ni verg¸enzas. Es el sincero autorretrato del héroe norteamericano, aquel que reniega de las etiquetas, homenajea a los que estuvieron antes y se aleja caminando lentamente y de espaldas a la cámara silbando alguna canción del viejo Guthrie, Dave Van Ronk o cualquiera de los muchachos.

Verónica Klingenberger


 
     
   
 
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