nº 132
DICiembre 2005
 
 
Debates
 

Cuatro poemas de
Mariano Peyrou



INICIACIÓN

No conviene decirlo, pero el motivo
para ingresar en la academia del norte
era poder ver a los modelos
vivos. Allí se exploran las conexiones
entre la filosofía y el robo. Cuántas
veces tuve que escuchar esas alegorías...

Las relaciones entre las dos familias
continuaron durante años, intercambiando
médicos y ropa para embarazadas.

Yo mandaba un mensaje que iba pasando
de mano en mano hasta llegar
a su destinataria. Después de la sonrisa,
por ejemplo, volvía, semejante a una ola
de esperanza, con un signo de interrogación
escrito a lápiz. Siempre fascina
a los expertos, cuenta con ello.

Aunque es difícil
modificar la rutina, mucho más
difícil es no tener miedo.

Hubo que revisar varias teorías.

LA ANGUSTIA

En este mismo punto se sienta ella
cada noche, regulando el movimiento
de la luna para ocupar las casillas
vacías, aún impensables pero activas.
Dentro sólo hay expectación.

El problema de hablar del deseo es darlo
por único cuando se conoce la quietud
y todo se mueve alrededor, desplazando
lo que se ve, una bebida roja,
hacia el afuera, hacia dentro de un
aÒo: no ver las cosas sino
a través de ellas, las vidas
que no vivimos, siempre el crepúsculo,
escribiéndolo todo de camino al trabajo.

O en un lugar fabuloso de cuya fundación
contaron la historia, que olvidé el otro
día. No se podía hablar
sin llorar; los placeres
están vedados a lo oral
y el más agradable me estremecía
desde el principio de cada
incursión. Sólo la música
de la adolescencia nos hará revivir
esas sensaciones, tan mareados.

EL GESTO UTÓPICO

Alegre ante la posibilidad
de luchar por lo que creo sin el
habitual esfuerzo ético, me dispuse
a disfrutar de la que más
me gusta. Salimos a la terraza
con el sacacorchos y dos sillas
y decidimos empezar.

Limpios, tranquilos, por encima
de todos los tejados, nos quedaremos
con la mirada fija en el silencio
o en alguna palabra que equivale
al misterio de tener que despedirse
hasta muy pronto, a las noches pasadas
contemplando el incendio,
juntos, distintos, frente a una ventana
por la que nunca nos asomaremos
a la vez.



LA VIOLENCIA NOCTURNA

En un futuro lejano, este
paisaje consistirá en una sucesión
de islas blancas y pequeñas,
la manifestación temporal de algo
permanente, pero ahora que la calle
está oscura se puede salir
un poco, asomarse al río a contemplar
su silencio, su oscuridad.

Como antes: ser otro,
o dos, encontrarse con alguien
que persiga lo que más desea
sentado junto al río, y volver
todos por la misma calle tranquila
hasta la casa donde alguien más
espera, lejos del río
y de la gente que está sola.

Mariano Peyrou (1971) Es músico y licenciado en Antropología Social. Ha publicado los siguientes libros de poemas: La voluntad de equilibrio (Fundación María del Villar, 2000), A veces transparente (Bartleby, Madrid, 2004), De las cosas que caen (Bajo la luna, Buenos Aires, 2004), La unidad del dos (EDUCC, Córdoba, 2004) y La sal (Pre-Textos, Valencia, 2005).

     
   
 
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