nº 133
ener0 2006
 
 
Debates
 

Oscuro, pleno

Javier Salinas


Para escribir en esta tarde de domingo han tenido que pasar miles de tardes de domingo, también muchas mañanas, sin nada que escribir. Pájaros en el cielo rumbo hacia lo que yo jamás veré, eso es lo que ha tenido que pasar para que yo escriba este domingo. De ningún otro modo podría haber sido, ningún otro camino me habría conducido hacia este lugar. Para sonreír una sola vez, me digo, uno también ha tenido que llorar mares y beber muchas veces bebidas amargas y si alguien nos preguntara cómo se alzan los labios hacia la felicidad, lo más seguro es que le contestásemos que el método seguro es el de la tristeza. Uno ha de estar muy triste para poder escribir en esta tarde de domingo y para poder sonreír un día cualquiera. Eso contestaría. Me pondría un poco triste ante la verdad de mi aseveración y luego, quizá, sonreiría, levantaría infinitamente mis ojos hacia la luz y sonreiría como el que más, como el hombre o la mujer más feliz sobre la Tierra. La última vez que estuve en el oftalmólogo se comprobó que había llorado en un año el equivalente a tres campos de fútbol, pero a cambio, les dije a los médicos asombrados, he sido muy feliz. Eso les dije con lágrimas en los ojos. Ellos me dijeron que me tenía que cuidar y que más valía llorar un poco menos y ser un poco más triste o menos feliz. Eso me dijeron. Salí a la calle con las pupilas dilatadas, ciego, por tanto, como la gente feliz, y así, indefenso, sin siquiera un bastón ni un perro adiestrado que me hiciera compañía intenté llegar a mi casa. Equivoqué el camino, me golpeé el corazón infinidad de veces incluso cuando pensé que lo tenía de piedra, pasaron miles de domingos, volaron pájaros en los cielos rumbo hacia lo que nunca veré y, a cambio, me fue concedida la gracia de escribir ahora en este domingo oscuro, después de tantos domingos con las manos en los bolsillos, con fondo de lágrimas, triste, pleno de felicidad.

 

     
   
 
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