nº 133
ener0 2006
 
 
Debates
 

Un ladrillo más en la pared
Poesía Española y posmodernidad

Vicente Luis Mora y Agustín Fernández Mallo

En el siguiente diálogo, Vicente Luis Mora y Agustín Fernández Mallo, autores de Construcción (Pre-textos, 2005) y Joan Fontaine Odisea (La Poesía Señor Hidalgo, 2005) respectivamente, debaten sobre la existencia misma de una poesía posmoderna en España, proponen nomenclaturas de diseño propio para sus textos y abren fuegos sobre el aparente estancamiento de la poesía en castellano.


Agustín Fernández Mallo: Por centrar el debate, mi postura sobre poesía y posmodernidad en España es que no ha existido una corriente propiamente posmoderna, sólo tibias aproximaciones. Y que esa pérdida ya no tiene remedio. Por diferentes motivos que supongo que irán saliendo, no creo en absoluto, como apuntó cierta parte de la crítica, que el experiencialismo de los 80 capitaneado por Luís García Montero, los experimentos con la alta y baja cultura de masas de, por ejemplo, Luís Alberto de Cuenca o ciertas etapas de Jaime Siles, o la poesía tecno-urbana de, digamos, el entorno del Premio Hiperión, como decís algunos críticos, puedan considerarse posmodernistas; gustos personales al margen, claro. Si acaso, podemos hablar de neovanguardias, neoclasicismos, neorromanticismos, etc. Lo que sí es posmoderno es que una sociedad permita que todas esas tendencias se den simultáneamente, pero eso ya no es poesía, sino un producto más de la “sociedad transparente”, que diría Vattimo. De todas maneras, eso ya no tiene remedio, y si no cogimos el tren de la posmodernidad en su día, como sí lo hicieron las otras artes, quizá estemos a tiempo de coger el avión de esta tardoposmodernidad que nos trae un poco confundidos a todos.

Vicente Luis Mora: Es obvio que si no cogimos el tren del Romanticismo, ni el de la modernidad, mal pudimos aferrar la locomotora posmoderna como hicieran en Estados Unidos, por ejemplo. Pero la globalización icónica y mediática después de los setenta ha facilitado la digestión (mala, sí; pobre, también) de muchos elementos de la posmodernidad y de su estilo literario, el posmodernismo. Seguramente, se eligieron los más superficiales, y es harto improbable que podamos encontrar en España algo comparable a Pynchon o Gaddis, o a la escuela neoyorkina de los “L=A=N=G=U=A=G=E poets”. Incluso es raro hallar un Italo Calvino español, salvo casos aislados como las novelas más experimentales de José María Merino. Pero que no haya una posmodernidad “pura” (si tal término, referido al tema, no es un oxímoron), no significa que no haya ninguna. En mi blog de crítica literaria [http://vicenteluismora.bitacoras.com] voy colgando poemas que veo en esa órbita. Junto a ellos están tus comentarios discrepando, pero creo que tus “neo” y “tardo”, desde la terminología, son caídas en lo posmoderno. No nos pondremos de acuerdo, pero me interesa el diálogo de tu obra con tu tiempo. ¿Cómo situarías tu Joan Fontaine Odisea en este entorno?

AFM: Bueno, no tengo una idea clara. Yo vengo de las ciencias, y de ahí surge inicialmente mi pulsión poética; también de otras fuentes en mi adolescencia, como el pop, el punk, Borges, Wittgenstein, o San Juan de la Cruz. Pero en torno al 2000 vi claro que la poesía española no había dado el salto a la posmodernidad en la misma medida que el entorno social, por lo que se había vuelto rígida y colesterolizada. Entonces se me fue apareciendo la idea de Poesía Postpoética (ver Lateral 120) como una forma de superar, en parte, las propuestas poéticas del momento e ir a esquemas más arriesgados y actuales sin perder el tono lírico. Por ejemplo, las ciencias ya se han incorporado a las metáforas en otras artes, y yo intento introducirlas en mi obra. Como tú en tu poemario, Construcción, donde, desde un punto de vista estético y formal muy diferente al mío, articulas términos científicos. Creo que ambos poemarios, que yo prefiero llamar simplemente “textos”, intentan provocar una “fisión nuclear” en el panorama. Tú, como teórico, ¿no crees que o se va a esquemas en esta línea o se hunde el tenderete? De todas formas, hay poetas dispares que son para mí constante fuente de inspiración, como Esteban Peicovich y sus “Poemas Plagiados”, Sr. Chinarro, o el Eduardo Moga de Las Horas y los Labios.

VLM: Creo que toda lírica necesita una renovación cada dos décadas. En los últimos tiempos los cambios en España fueron en realidad sustituciones de nombres o resurrecciones de estéticas, no avances. Nada ocurre desde los “novísimos”, y eso que aquel movimiento era un invento comercial. Pero también lo era el boom hispanoamericano, y al menos trajo aire. Dudo mucho que algunos pocos poemarios provoquen nada por sí solos, sin apoyos industriales, pero lo que sí veo en algunas de esas reacciones de las que hablas es (como en la narrativa) una sed de cambio, y ese hartazgo general de lo ya conocido, que a lo mejor sí es lo nuevo y sí que puede cambiar cosas. Veo tus nombres y subo Riechmann, Aguado y María do Cebreiro. Y creo que las propuestas que unan escritura e imagen (la poesía digital de Miriam Reyes, la obra de Chema Madoz y los poetas visuales) están bien encaminadas: la poesía superó el paso de la oralidad a la escritura, y ahora sabrá saltar a la imagen. El arte es más listo que nosotros. Sobrevive, nosotros no. Supongo, a la vista de algunas de tus piezas de apropiacionismo visual, que estás de acuerdo.

AFM: Sí, claro. De hecho, creo que el apropiacionismo –la “cita fuera de contexto”, que dicen los arquitectos– es uno de los referentes posmodernos por antonomasia, y aquí no se ha practicado casi nada. Yo, premeditadamente, había dejado a un lado la poesía visual, o las corrientes performático-visuales, como la polipoesía, la holopoesía, la poesía fractal, etc., que parten del “Manifiesto” de Enzo Minarelli a principios de los 80, y que revisan y actualizan posmodernamente cierto espíritu Dadá tecno-escénico. Me centro sólo en la poesía escrita. Y me gusta que hayas citado la oralidad porque es algo que me desagrada profundamente. La poesía no tiene por qué recitarse, el poeta no es un actor ni un sacerdote, el poema no se interpreta como una pieza musical porque introduces en el hilo conductor una interface que distorsiona y cortocircuita el poema. De igual manera que una cosa es el cine –artificio de estudio– y otra el teatro –espectáculo en vivo–, una cosa es leer para sí, y otra condicionar el poema declamándolo. Un residuo de una práctica decimonónica. Cito a otro autor que creo que ha sido importante en un momento dado, Pablo García Casado, de cauce costumbrista, pero absolutamente renovador, maestro en la elipsis, y mucho más acertado que la débil poesía de la experiencia de los 80. En lo que no estoy de acuerdo contigo es en eso de que nada pasa aquí desde los “novísimos”. Sí que pasa, sólo que ha quedado relegado a los márgenes; por decirlo rápidamente, ha quedado fuera del discurso poético de los Ministerios de Cultura de turno. En tu libro, Construcción, por ejemplo, veo a aquella generación, pero también a otras escuelas posteriores, y supongo que están ahí de manera inconsciente ¿no?

VLM: De acuerdo en lo de García Casado y en lo de Construcción, que intenta recrear casi todas las tendencias poéticas del siglo xx. No tanto en que sí pasaron cosas: hubo singularidades, islas, pero no se han gestado grupos, movimientos de impacto. A eso me refiero. Es interesante tu ataque a la oralidad, pero creo que la lectura pública aún transmite. Lo digo como asistente, porque como poeta últimamente tengo graves dudas: ¿cómo leer en público Construcción, que tiene dos voces simultáneas y contradictorias en la misma página? A veces me llevo a Javier Fernández, que es como mi hermano gemelo, pero no siempre puedo. Y te imagino intentando leer la ‘Función de Dirac y los vectores e infinitos’. Es un precio que hay que pagar por añadir imagen al verso. Pero creo que merece la pena.

AFM: Sí, vale, por eso yo casi nunca leo en público. Pero me interesa ahora lo de tu blog. Que los temas más comentados en él sean precisamente los que atañen a la poesía y posmodernidad denota que hay cierto hartazgo en el panorama establecido. Precisamente, hace poco en esta misma revista Sergio Gaspar hacía un valiente artículo hablando de ello. Quizá esas islas poéticas de las que hablas sean, precisamente, la única manera en que pueda darse la poesía hoy, donde todo fragmento se automantiene él solito, ¿no crees? Pienso en una buena parte de la publicidad televisiva, auténticos poemas de veinte segundos y simultáneamente islas. Por otra parte, ya puestos a añadir, el poema más ultraposmoderno que se ha hecho, a mi modo de ver, en muchos años es la canción “Qué Malos Son Nuestros Poetas”, del grupo Astrud. Una refinada e inteligentísima bofetada al sacrosanto canon poético establecido.

VLM: Una bofetada que se vuelve contra ellos, que también escriben poesía… pero dejemos eso. Lo importante es que un panorama poético saludable debe ser, en efecto, un archipiélago. La unidad forzada, las tendencias dominantes, son resabios dictatoriales del siglo XIX. Antes hablabas de polipoesía; a mí me gustaría ver “polis/poesías”, ciudades libres y plurales que conviven sin molestarse, tejiendo la cultura del futuro. Quienes acceden al blog, en efecto, muestran vivo interés por un tema, el posmodernismo, que en la “crítica oficial” no encuentra hueco. ¿Has visto alguna vez bien utilizado el término por alguno de los críticos de suplementos semanales, salvo Siles o Doce? Ni lo verás. Y de posibilidades más allá de lo posmoderno, ni hablamos. Por cierto, creo que Joan Fontaine Odisea y, menos radicalmente, Construcción, caminan ya por ahí.

AFM: Si te soy sincero, contadas veces he visto el término posmodernidad en alguna crítica. Pero entonces volvemos a las mías: ¡¿cómo van los críticos a hablar de algo que apenas existe en este país?! ¿Quizá no estén muy duchos en el tema porque no ha habido una corriente posmoderna que les haya obligado a estudiar el asunto en serio? No lo sé. Pero, francamente ¿puedo decirte algo para acabar?: lo que no hay son huevos, huevos para ser más radical, que no quiere decir ser el que más grita sino, sencillamente, atacar los problemas por su raíz, cambiar de paradigma. Cuando a los físicos, que no se detienen en tonterías, algo no les encaja en una teoría, van y se inventan una partícula, por fantasmal e inverosímil que esta sea, –sin masa, sin carga; la nada– ¡y joder, la encuentran! Pues eso.

VLM: Tienes razón. La poesía clásica está desfasada, ya nadie haría una olímpica de Píndaro, pero el sistema de Euclides es genial y su superación por otros modelos no lo hace atacable. Es la ventaja de la gran ciencia: crea arquitectura sin ruinas. Respecto a ciertos críticos, pienso en alguno de ABC, si vieran un elefante blanco en su casa, créeme que lo explicarían a partir de Machado. Es verdad que hace falta más coraje al escribir, y por eso sostengo un nuevo paradigma, proyectivo, para mi obra. Ignoro si tu postpoesía o mi proyectividad tienen validez, pero sé que ambas lo están intentando, que, al menos, buscan, sin aceptar fines de la historia lírica o pensamientos únicos. Vaya en nuestro descargo.

Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970). Es escritor y crítico. Su último libro es Construcción (Pre-Textos, 2005). Tiene en prensa el volumen de relatos Subterráneos (DVD) y el ensayo Singularidades.

Agustín FernÁndez Mallo (La Coruña, 1967). Es físico. Su último libro es Joan Fontaine Odisea (La Poesía Señor Hidalgo, 2005). En 2006 aparecerá su novela Nocilla Dream (Candaya).

     
   
 
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