Ciudadano Eisner
El legado del autor de ‘The spirit’
Lluís Alabern
Impulsor del formato comic-book y de la carrera de varios de los gigantes del cómic como Bob Kane, Jack Kirby o Joe Kubert, Will Eisner ilustró, con The Spirit, la sociedad urbana norteamericana de su tiempo, entre calles decadentes y ambiente de novela policiaca.Al cumplirse un año de su desaparición, recordamos aquí a uno de los grandes maestros del cómic, considerado por la crítica como un renovador del género.
En el universo cultural hispano son tardías las noticias sobre Eisner. Es su personaje The Spirit el único que consigue aparecer en tímidos y siempre diezmados intentos, décadas después de la edición original. En The Spirit inventó la splash-page, una de sus mayores aportaciones a la gráfica popular de todos los tiempos (se trata de una primera página en la que se anuncia, y en cierta forma se resume, la narración que acontecerá en las viñetas siguientes. La splash-page es la entradilla que hará las veces de portada y acabará sobreviniendo a una obra gráfica casi autónoma, cargada de contenido, en la que Eisner desplegará lo mejor y más vanguardista de sus composiciones y contenciones artísticas).
Recuerdo la sorpresa de un encabronado Mariano Ayuso (pope del cómic español de la transición), cuando le pregunté sobre la posibilidad de encontrar material de Eisner en castellano en los primeros ochenta. Sólo removiendo papelotes en los mercadillos de viejo se podía uno tropezar con algunos ejemplares de la lastimosa edición de The Spirit que había publicado la editorial Garbo (unos 30 números aparecidos entre 1975 y 1976). Aquellos papeles amarilleados por la baja calidad de su composición, aquel collage de páginas desconcertadas en las que se publicaban sin orden ni armonía aventuras del detective enmascarado, hicieron las delicias de los que apreciamos el olor a papel añejo y al tiempo creemos en la posibilidad de que el cómic sea un producto adulto en el que lo social pueda abordarse sin abandonar el esparcimiento. Más adelante tuve noticias de una edición anterior no menos desafortunada, llevada a cabo por Novaro. Tras algún loable intento de la extinta Toutain, es en los años noventa cuando la editorial Norma inicia con cierta arritmia, luego superada, la edición completa de la obra de Will Eisner. A la zaga de la underground y minoritaria Kitchen Sink Press, Norma publica en formato comic-book todas las aventuras de The Spirit desde 1946 hasta 1952 (el lustro considerado por muchos como el cenit gráfico y narrativo de Will Eisner), edita álbumes recopilatorios para seguir buscando adeptos hispanos a Eisner, y publica sus libros didácticos. A mediados de los noventa están en el mercado español casi todas las novelas gráficas que a tiempo real Eisner divulga en Estados Unidos. Desde hace tres años, además, Norma edita los completísimos Archivos de Spirit, tomos de lujo donde se rescatan las primeras aventuras del heroe, el denominado periodo de formación del personaje y la estética Eisner.
De Will Eisner se estiman artes que mucho deben a sus colaboradores. Por ejemplo, la contundencia gráfica del segundo periodo en la vida de The Spirit que tanto ha influido a dibujantes posteriores, es fruto del sagaz rotulista Abe Kanegson. Jules Feiffer, que empieza coloreando, llegará a ser el segundo guionista de la serie, e incluso la secretaria de Eisner, Marilyn Mercer, escribirá alguna de las historias de The Spirit. También corre la leyenda de que Orson Welles se inspiró en los encuadres que realizaba Eisner en sus viñetas para situar la cámara en Citizen Kane. Aunque parece poco probable que así fuera, ambos creadores coinciden en su manía de enseñar los techos de las estancias donde sitúan la acción de sus personajes. Parece obvio señalar las concomitancias entre The Spirit y el cine negro de los años cuarenta, así como la influencia del expresionismo alemán en la iluminación y ubicación de sombras (otro maridaje con Welles). También con Welles coincide en una obsesión por retratar los mecanismos del poder social y del control político. (En la aventura del 28 de septiembre de 1947, The Spirit parodia explícitamente al genial cineasta y su emisión radiofónica de La Guerra de los Mundos, que una década antes aterrorizara desde las ondas al pueblo norteamericano. “Awsome Bells”, famosa estrella de Hollywood siempre vestido con capa, se enreda en un vodevil en que topa con varios delincuentes, el detective enmascarado, una invasión marciana.) Eisner desarrolla en el lustro dorado de The Spirit un cierto gusto por la hermenéutica del cómic, se deleita haciendo giros play within the play, mezclando géneros, o introduciendo alusiones a otros medios como la radio, el cine, la ciencia, el deporte, la literatura pulp, la archivística, la publicidad, la televisión. “Como en el cine de Welles, The Spirit se transforma en un laboratorio de pruebas (…), en un enconado esfuerzo sistemático por vencer las leyes clásicas del relato lineal”–escribió Javier Coma en su famoso estudio sobre The Spirit (Espíritu de los cómics, Toutain Editor, 1981).
En The Spirit la Urbe deviene un personaje más, un ente que trasciende al decorado. Cuando Eisner en el periodo final de su carrera reinventa el cómic y concibe la novela gráfica Contrato con Dios (1978), volverá a introducir a su amado New York como hilo conductor de las tramas. Algo que repetirá en álbumes posteriores. La ciudad de Eisner (que en The Spirit se enmascara bajo el nombre de Central City), la conciertan sus habitantes. No es una metrópoli espectacular donde se sucedan las arquitecturas prodigiosas, sino una síntesis de callejones oscuros, edificios destartalados, comisarías de barrio, oficinas, habitaciones de clase media-baja y alcantarillas. Es también una ciudad portuaria, nocturna, a veces marginal, en la que se suceden las pequeñas cotidianidades, donde el drama y el milagro acaecen sin solución de continuidad, y el ciudadano imprime carácter al asfalto, nunca viceversa. Ciudad multirracial, polisémica, compleja, oscura como un film de Fritz Lang, y cálida al tiempo, como una ñoña historia de Frank Capra.
Eisner, que nació en 1917 hijo de inmigrantes judíos, no renunció a reflejar en la urbe sensible que pinta su origen socio-cultural. Sin embargo, en Las reglas del juego (2001), a los 85 años, desarrolla la historia de la saga familiar de los Arnheim, marcada por los matrimonios de conveniencia como estrategia para el ascenso social y retrata las influencias del mundo judaico en la vida moderna en dos obras más: Fagin, el judío (2003) y Los Protocolos de Sión (2005), su obra póstuma. En la primera rescata y rehabilita uno de los estereotipos antisemitas de Oliver Twist. En la última desmonta la conocida falacia genocida sobre el supuesto plan judío internacional para controlar el mundo.
Will Eisner concibió una manera de entender la gráfica popular ciertamente panteísta, fraguó el cómic moderno, denunció injusticias, vivió con el siglo, fotografió a los pequeños personajes de la sustancia diaria, reinventó el cómic para adultos, y escrutó la sociedad de su época haciendo que sus cuantiosos héroes se resolvieran en uno, la Ciudad.
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