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octubre
2004
Nº 118

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Defensa sostenible
del Fòrum
MIHÁLY DÉS
A pesar de los ímprobos esfuerzos de los organizadores
y el respaldo casi unánime de los mass media de Cataluña,
al Fòrum de Barcelona le salieron enterradores por doquier, incluso
antes de que se inaugurara. ¿Cómo se atreven a juzgar por
adelantado? Es como dejar de leer un libro por el mero hecho de que sea
horrendamente aburrido. Y éste ni siquiera ha sido aburrido. Al
contrario, yo he visto a mucha gente divirtiéndose a su costa,
y me imagino que en el lado opuesto también se han divertido de
lo más lindo. 327 millones de euros de presupuesto de partida -o
de partido- da para pasarlo en grande.
A lo mejor estoy apresurándome, y muchos de nuestros
lectores (incluidos los catalanes) ni siquiera saben aún lo que
es este magno acontecimiento cultural que, según su lema, "moverá
el mundo". Reconozco que no es fácil saber a ciencia cierta
lo que es el Fòrum de Barcelona 2004 (¡oh, esas odiosas sonrisas
socarronas cada vez que se pronuncia su nombre!), pero reconozcan ustedes
también que ninguno de los acontecimientos que movieron el mundo
fueron reconocidos a su debido tiempo: ni el sistema decimal impositivo
de Moisés, ni las parábolas amorosas de Jesús, ni
las ficciones sociales de Karl Marx. En este sentido, pues, el Fòrum
tiene las mejores cartas para pasar a la Historia.
Su significado oculto, el enigma de su existencia, recuerda a las teologías
de máxima trascendencia y mayor difusión. Como a los demiurgos
más temidos, sólo es posible definirlo de manera negativa.
Cuando se barajó la posibilidad de que se tratara de una Exposición
Universal, los Organiza-dores rechazaron la insinuación. Tampoco
resultó ser una olimpiada cultural, un megafestival de verano,
ni un parque temático de la paz, la sostenibilidad y la tolerancia,
esa Santísima Trinidad de la posmodernidad, que constituye el eje
espiritual del evento. Tampoco crean ustedes que están ante una
fiesta popular; para ello, tendría que haber sido eso, una fiesta,
y encima popular.
Al final, los Organizadores decidieron cortar por lo sano con el cachondeo
de ponerle etiqueta a lo Innombrable, y acallaron a los insistentes con
un rotundo "el Fòrum será algo nunca visto". Hay
que ser un amargado para no ver en esta fórmula magistral un mensaje
positivo y honesto. Resulta mucho más realista cumplir con lo inimaginable
que con las cosas de siempre que la gente espera de los políticos.
¡Y vaya si han cumplido!
Para empezar, durante estos meses de Paz, Tolerancia y Sostenibilidad,
los barceloneses hemos tenido a nuestra disposición un sinfín
de seminarios, congresos, jornadas, mesas redondas y conferencias sobre
las cuestiones más candentes de la Humanidad. Lástima que
estos diálogos han logrado despertar interés sólo
cuando el dialogante fue una estrella de la Buena Conciencia, como es
el caso de nuestro canario honorario José Saramago. Por otra parte,
se ofrecía una amplio abanico de diversiones populares, con preferencia
por las manifestaciones multiculturales y/o/e/u de cierta carga simbólica
en este sentido.
Me refiero a espectáculos como la Sardana gigante (un género
arriesgado hasta en su versión más minimalista), dibujando
el logotipo del Fòrum, o al desfile de samba en el que nuestro
comprometido alcalde -a pesar de su manifiesta incapacidad para el ritmo-
eclipsó con su baile a un famosísimo cantante brasileño.
Podría nombrar también la banda palestino-isrealí
que hizo una viva demostración de que sí es posible la paz
en Tierra Santa, siempre y cuando estemos dispuestos a pagar por ella
un altísimo precio musical.
Para aprovechar sinergias y multiplicar el efecto dinamizador -dos conceptos
de candente actualidad-, el Fòrum ha colonizado la ciudad, incluyendo
en su programación el habitual menú cultural de Barcelona.
Y con ello, se han conseguido matar dos pájaros de un tiro: hinchar
la problemática oferta del Fòrum, y convertir Barcelona
en una especie de zoo de la corrección política en el que
cada uno de sus habitantes cumplíamos el papel del figurín
voluntario, eso que tanto le ha faltado al evento.
Sin embargo, precisamente en este punto creo que se han quedado un poco
cortos los Organizadores. ¿Por qué sólo Barcelona?
¿Por qué acotar el terreno a una sola ciudad, tratándose
de un proyecto tan ambicioso, tan universal? ¿Por qué no
invertir el proceso de globalización? ¿Por qué no
atreverse, e ir más allá? ¿Por qué no extender
el radio de actuación a todo el planeta? Piensen en las enormes
ventajas de esta opción: hasta las guerras se librarían
como life shows para ilustrar los diálogos de Barcelona. Además
del impacto universal, el ahorro sería considerable. Como todo
el globo sería escenario del Fòrum, nadie ni nada tendría
que moverse ni cobrar su caché.
Pero seamos realistas y resignémosnos a lo imposible. Se ha hecho
lo que se ha podido, lo cual no es poco, incluso, a veces, parecía
demasiado. Piensen ustedes en iniciativas tan ocurrentes como la de aportar
sangre joven y parlanchina a conciertos de música clásica
carentes de público. Recuerden cómo nuestras plazas públicas
se han llenado de músicos ambulantes, pero no mendigantes, para
hacernos la vida más sostenible, a costa del pobre Fòrum.
Inspírense en el rincón de la protesta social donde se podía
uno ensañar con una cacerola colgante.
Hasta improvisar se ha sabido con soltura y eficacia. Cuando la filtración
de los guerreros chinos, ¡apa!, los albañiles; cuando subió
la temperatura, pusieron una playa muy mona, con escaleras y todo, donde
uno podía darse un solidario chapuzón; cuando resultó
evidente que faltaba público, pusieron una discoteca; y cuando
la peste a causa de la depuradora sobre la que se asienta la plaza del
Fòrum, ipso facto, cerraron el chisme y -debajo de los diálogos
sobre un mundo mejor- el detitrus iba directo al mar. Al menos, según
las malas lenguas, que nunca faltan.
Yo no entiendo por qué ese resentimiento contra tantas buenas intenciones.
Pero ¿qué quieren? ¿Hubieran preferido que nuestro
dinero de contribuyente se gastase en guerras e intolerancia? Además,
tampoco es cierto que a nadie le agrade el Fòrum. A los niños
les encantaba. Casi tanto como Disneyland. Tengo, además, una amiga
editora que defiende el Fòrum a ultranza porque le ha dado trabajo
a todos sus amigos payasos y saltimbanquis. Al parecer tiene un montón.
También Josep, mi peluquero, afirma tener un cliente al que le
gusta, pero dice que no vale porque se trata de un estudiante universitario,
cuya participación en los debates se amortiza con créditos
de libre elección.
Josep, catalán de tierra adentro, es así: incapaz de entusiasmarse.
Se queja de que le traigan al Fòrum pobres desde el extranjero,
cuando justo al lado tenemos La Mina, el barrio más degradado de
Barcelona. No es cierto, Josep. Los diálogos han acogido hasta
auténticos presos catalanes -aunque se escaparan, ¿qué
le vamos a hacer?-. Pero Josep es terco, y para opinar sobre los resultados
quiere ver una hoja de Excel a la entrada de cada evento con el precio
que nos ha costado. Es de aquellos suspicaces que preferirían que
los presupuestos del Fòrum se hiciesen públicos y comprobables,
ítem por ítem.
No te preocupes por presupuestos, Josep, nuestro dinero está tan
bien invertido como gastado. Hoy, 20 de septiembre, me disponía
a regresar al despacho para terminar esta nota, cuando he escuchado por
la radio que el balance financiero casi definitivo del Fòrum es
muy satisfactorio. Es una pena que pocos le vayan a dar crédito
a estas esperanzadoras cifras. Sin embargo, el director encargado de divulgar
la buena nueva no ha dejado lugar a la duda: no habrá déficit,
pero -seamos realistas- tampoco superávit. Y para mayor claridad
añadía: "En el sentido empresarial estamos a cero".
¡No sea tan modesto, señor Oliveres! Muchos pensamos que
lo están también en todos los demás sentidos.
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