Rafael Conte
Babelia
Lo que más llama la atención en él es la rapidez,
concentración y contundencia de su prosa, metafórica,
elíptica muchas veces, que parece contener varios textos
a la vez, o al menos circular por diversos ámbitos simultáneamente.
A mi entender, se trata de una de las mejores prosas de nuestra
narrativa, que sería bastante estéril desdeñar
o apartar por demasiado complicada, pues creo que desde Juan Benet
que fue uno de sus descubridores no ha surgido entre nosotros
una prosa tan poderosa [...].
Así las cosas, esta excelente novela de Alejandro Gándara
se inclina peligrosamente hacia el discurso, mientras se aleja del
género mismo del espionaje, lo que no le atraerá precisamente
el favor de los lectores más pendientes del mercado que de
la literatura pura y dura de su autor, y peor para ellos, desde
luego.
Pues lo que se perderán no tiene desperdicio, ya que Gándara
se ha visto obligado a crear un artefacto de envergadura. [...]
En verdad, la reconstrucción de ciudades, paisajes, lugares,
escenarios, personajes, mecanismos de la profesión de espionaje
son una verdadera maravilla de técnica expresiva, de documentación
y ritmo; pero lo más importante no es eso, sino el diálogo
sobre todo, en el que se centra el discurso subterráneo profundo
que Gándara quiere comunicar, perpetuo y sucesivo, elíptico
y concentrado, rítmico y hasta tan clandestino como musical.
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Ricardo Senabre
El Cultural
Es conveniente [...] abordar la lectura de Últimas noticias
de nuestro mundo sin buscar con rigor en sus páginas los
caracteres de una novela de espionaje, aunque posea algunos de sus
ingredientes básicos y se desarrolle en escenarios diversos
Madrid, Moscú, Berlín, Jerusalén...
porque la historia como tal es confusa, desvaída y llena
de flecos. [...]
Los rasgos de introspección, el buceo en el interior de
esos tipos, cuentan entre lo más valioso de la novela, lastrada,
sin embargo, por el peso excesivo de los prolijos ingredientes genéricos
y por la impresión que el lector recibe de asistir a un déjà
vu, a algo filtrado y modelado por preferencias literarias y no
exactamente vivido, pese a que Gándara muestra cierta brillantez
narrativa, tanto en epidodios extensos el seguimiento de Elisa
o de Bedia como en anécdotas breves, representadas por
el caso de la historia que cuentan los Sotelo.
La prosa de Gándara, por lo general pulcra, no se libra
de algunas afirmaciones con símiles arriesgados ("las
caras tenían un aire de regreso vencido al hogar", pág.
26); hay alguna impropiedad semántica ("la llamó,
pero la niña no la escuchó", pág. 28),
algún uso poco recomendable (retomar por "responder",
pág. 72; "esfuerzo de cara a una gran pérdida
de tiempo", pág. 64) y algún error elemental
("desandaron", pág. 141).
La novela de Gándara tiene nubes y claros, pero es un esfuerzo
indudable por aclimatar entre nosotros, con dignidad literaria,
un modelo de narración que no parece interesar a los escritores
españoles dotados de ambición estética.
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Robert Juan-Cantavella
Lateral
Existen dos motivos por los que Últimas noticias de nuestro
mundo excede los límites del género de espionaje.
Por un lado Gándara traza en la sombra, casi con elementos
de atrezzo y sin forzar la trama, un crítico análisis
sociopolítico sobre el presente de lo que un día fue
el bloque comunista. Un retrato donde la ficción sigue los
pasos de una realidad confusa, y donde el fin de lo que podríamos
llamar el espionaje clásico es ofrecido al lector como la
metáfora de un mundo, el nuestro, en continuo cambio. [...]
Es condición del género que los personajes conozcan
sólo una mínima parte del plan maestro, pero en Últimas...
a esta ceguera se suma otra aun más determinante, y es que
acaso no exista tal plan y ellos no sean más que un puñado
de actores sin escenario [...].
Se trata pues de una sólida novela de género (la
estructura funciona de una forma impecable, y las ambientaciones
son muy minuciosas y sugerentes), pero también de una lúcida
especulación sobre el presente, y sobre el comportamiento
humano.
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Enrique Turpin
El Periódico
El interés por la narración radica en su voluntad
por ir más allá en la tradición de la novela
de tesis española. [...]
Tal vez, en contrapartida con la accesibilidad informativa, pero
no formativa, el autor de La media distancia (1984) ha decidido
hacer palidecer a los posibles lectores de su última novela,
que no empiezan a encontrar recompensa al difícil planteamiento
de la misma hasta la llegada del octavo capítulo, esto es,
allá por el centenar de páginas.
Ya se sabe que la vida debe armarse auxiliada por el paso del tiempo
para que así cobre sentido, pero el sacrificio que lleva
a cabo el lector, precisamente en tiempos de horizontes tan restringidos,
no juega a favor de Últimas noticias de nuestro mundo. Algunos
de esos lectores, traspasado el umbral señalado, intimarán
con el personaje del agente Vasiliy Polshko. Otros, en cambio, seguirán
adelante con la novela por su querencia hacia tramas de espionaje,
algo desflecadas en principio y recompuestas al final. Un final,
además, convertido en "el gran juego de encontrar sentido",
en recompensa por los titubeos iniciales.
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Ángel García Galiano
Revista de Libros
Últimas noticias de nuestro mundo representa la consagración
de un escritor serio, meticuloso, nada complaciente con los clichés
o las modas. [...] Revela con acierto el resorte oculto de cada
uno de sus personajes para sobrevivir en un mundo inclemente y hostil
construido a partir de energías perfectamente descontroladas.
[...]
Una novela que se lee con interés, aunque acaso se quede
a mitad de camino entre la bien acabada factura del producto de
género y el intento de mirada ahondadora en algo más
común y más profundo como es el desnortamiento congénito
y la paranoia profesional, y cuya lectura deja un amargo y ambiguo
sabor de boca tras este viaje interior y exterior por el final de
una utopía que sirvió de caparazón para que
muchas "almas muertas" encontraran su refugio de actividad
y alineación en medio de un caos fuera de control.
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Juan A. Masoliver Ródenas
La Vanguardia
En esta novela de secretos hay demasiadas cosas no explicadas y,
como es frecuente en Alejandro Gándara, la densidad y la
oscuridad entorpecen la lectura. El lector entra a ciegas, totalmente
desorientado: le falta información y le cuesta seguir a los
personajes en sus distintos recorridos geográficos y temporales.
[...] El final del laberinto o de la novela resulta decepcionante
porque falta un verdadero anticlímax: el desenlace resulta
forzado y las razones del asesinato y del asesino poco convincentes.
[...]
Si la novela falla como planteamiento de conjunto, está
llena de momentos espléndidos, de escenas escritas con fuerza
y elaboradas con especial maestría. Cómo elabora la
recreación de atmósferas en las distintas ciudades
que visitamos (especialmente San Petersburgo e Israel), los efectos
creados por la luz o las audaces descripciones de los personajes.
En realidad, los verdaeros secretos (el secreto del arte) están
en esta novela más que en el misterioso mundo interior de
los personajes. Con todo, un proyecto tan ambicioso merece más
respeto que reproches.
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