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mayo 2002
Nº 89

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El espejo de la crítica
Alejandro Gándara y 'Últimas noticias de nuestro mundo'

Alejandro Gándara (Santander, 1957) ya había ganado el Premio Anagrama de Ensayo en 1998 con Las palabras de la creación ­en realidad, había ganado también el Premio Prensa Canaria con La media distancia y el Premio Nadal con Ciegas esperanzas­. La novela con la que ha obtenido ahora el Premio Herralde, Últimas noticias de nuestro mundo, parece navegar entre el género del espionaje y el ensayo moral; o, mejor, lleva a cabo esa estrategia tan apreciada por los narradores contemporáneos: la reformulación de la novela de género, se trate de espionaje o de ciencia ficción o de thriller policiaco.

 

Rafael Conte
Babelia

Lo que más llama la atención en él es la rapidez, concentración y contundencia de su prosa, metafórica, elíptica muchas veces, que parece contener varios textos a la vez, o al menos circular por diversos ámbitos simultáneamente. A mi entender, se trata de una de las mejores prosas de nuestra narrativa, que sería bastante estéril desdeñar o apartar por demasiado complicada, pues creo que desde Juan Benet ­que fue uno de sus descubridores­ no ha surgido entre nosotros una prosa tan poderosa [...].

Así las cosas, esta excelente novela de Alejandro Gándara se inclina peligrosamente hacia el discurso, mientras se aleja del género mismo del espionaje, lo que no le atraerá precisamente el favor de los lectores más pendientes del mercado que de la literatura pura y dura de su autor, y peor para ellos, desde luego.

Pues lo que se perderán no tiene desperdicio, ya que Gándara se ha visto obligado a crear un artefacto de envergadura. [...]

En verdad, la reconstrucción de ciudades, paisajes, lugares, escenarios, personajes, mecanismos de la profesión de espionaje son una verdadera maravilla de técnica expresiva, de documentación y ritmo; pero lo más importante no es eso, sino el diálogo sobre todo, en el que se centra el discurso subterráneo profundo que Gándara quiere comunicar, perpetuo y sucesivo, elíptico y concentrado, rítmico y hasta tan clandestino como musical.

Ricardo Senabre
El Cultural

Es conveniente [...] abordar la lectura de Últimas noticias de nuestro mundo sin buscar con rigor en sus páginas los caracteres de una novela de espionaje, aunque posea algunos de sus ingredientes básicos y se desarrolle en escenarios diversos ­Madrid, Moscú, Berlín, Jerusalén...­ porque la historia como tal es confusa, desvaída y llena de flecos. [...]

Los rasgos de introspección, el buceo en el interior de esos tipos, cuentan entre lo más valioso de la novela, lastrada, sin embargo, por el peso excesivo de los prolijos ingredientes genéricos y por la impresión que el lector recibe de asistir a un déjà vu, a algo filtrado y modelado por preferencias literarias y no exactamente vivido, pese a que Gándara muestra cierta brillantez narrativa, tanto en epidodios extensos ­el seguimiento de Elisa o de Bedia­ como en anécdotas breves, representadas por el caso de la historia que cuentan los Sotelo.

La prosa de Gándara, por lo general pulcra, no se libra de algunas afirmaciones con símiles arriesgados ("las caras tenían un aire de regreso vencido al hogar", pág. 26); hay alguna impropiedad semántica ("la llamó, pero la niña no la escuchó", pág. 28), algún uso poco recomendable (retomar por "responder", pág. 72; "esfuerzo de cara a una gran pérdida de tiempo", pág. 64) y algún error elemental ("desandaron", pág. 141).

La novela de Gándara tiene nubes y claros, pero es un esfuerzo indudable por aclimatar entre nosotros, con dignidad literaria, un modelo de narración que no parece interesar a los escritores españoles dotados de ambición estética.

Robert Juan-Cantavella
Lateral

Existen dos motivos por los que Últimas noticias de nuestro mundo excede los límites del género de espionaje. Por un lado Gándara traza en la sombra, casi con elementos de atrezzo y sin forzar la trama, un crítico análisis sociopolítico sobre el presente de lo que un día fue el bloque comunista. Un retrato donde la ficción sigue los pasos de una realidad confusa, y donde el fin de lo que podríamos llamar el espionaje clásico es ofrecido al lector como la metáfora de un mundo, el nuestro, en continuo cambio. [...] Es condición del género que los personajes conozcan sólo una mínima parte del plan maestro, pero en Últimas... a esta ceguera se suma otra aun más determinante, y es que acaso no exista tal plan y ellos no sean más que un puñado de actores sin escenario [...].

Se trata pues de una sólida novela de género (la estructura funciona de una forma impecable, y las ambientaciones son muy minuciosas y sugerentes), pero también de una lúcida especulación sobre el presente, y sobre el comportamiento humano.

Enrique Turpin
El Periódico

El interés por la narración radica en su voluntad por ir más allá en la tradición de la novela de tesis española. [...]
Tal vez, en contrapartida con la accesibilidad informativa, pero no formativa, el autor de La media distancia (1984) ha decidido hacer palidecer a los posibles lectores de su última novela, que no empiezan a encontrar recompensa al difícil planteamiento de la misma hasta la llegada del octavo capítulo, esto es, allá por el centenar de páginas.
Ya se sabe que la vida debe armarse auxiliada por el paso del tiempo para que así cobre sentido, pero el sacrificio que lleva a cabo el lector, precisamente en tiempos de horizontes tan restringidos, no juega a favor de Últimas noticias de nuestro mundo. Algunos de esos lectores, traspasado el umbral señalado, intimarán con el personaje del agente Vasiliy Polshko. Otros, en cambio, seguirán adelante con la novela por su querencia hacia tramas de espionaje, algo desflecadas en principio y recompuestas al final. Un final, además, convertido en "el gran juego de encontrar sentido", en recompensa por los titubeos iniciales.

Ángel García Galiano
Revista de Libros

Últimas noticias de nuestro mundo representa la consagración de un escritor serio, meticuloso, nada complaciente con los clichés o las modas. [...] Revela con acierto el resorte oculto de cada uno de sus personajes para sobrevivir en un mundo inclemente y hostil construido a partir de energías perfectamente descontroladas. [...]

Una novela que se lee con interés, aunque acaso se quede a mitad de camino entre la bien acabada factura del producto de género y el intento de mirada ahondadora en algo más común y más profundo como es el desnortamiento congénito y la paranoia profesional, y cuya lectura deja un amargo y ambiguo sabor de boca tras este viaje interior y exterior por el final de una utopía que sirvió de caparazón para que muchas "almas muertas" encontraran su refugio de actividad y alineación en medio de un caos fuera de control.

Juan A. Masoliver Ródenas
La Vanguardia

En esta novela de secretos hay demasiadas cosas no explicadas y, como es frecuente en Alejandro Gándara, la densidad y la oscuridad entorpecen la lectura. El lector entra a ciegas, totalmente desorientado: le falta información y le cuesta seguir a los personajes en sus distintos recorridos geográficos y temporales. [...] El final del laberinto o de la novela resulta decepcionante porque falta un verdadero anticlímax: el desenlace resulta forzado y las razones del asesinato y del asesino poco convincentes. [...]

Si la novela falla como planteamiento de conjunto, está llena de momentos espléndidos, de escenas escritas con fuerza y elaboradas con especial maestría. Cómo elabora la recreación de atmósferas en las distintas ciudades que visitamos (especialmente San Petersburgo e Israel), los efectos creados por la luz o las audaces descripciones de los personajes. En realidad, los verdaeros secretos (el secreto del arte) están en esta novela más que en el misterioso mundo interior de los personajes. Con todo, un proyecto tan ambicioso merece más respeto que reproches.