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julio - agosto 2002
Nº 91/92

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El espejo de la crítica

Mario Mendoza y 'Satanás'

Con la novela Satanás, el escritor colombiano Mario Mendoza (Bogotá, 1964), que ya había publicado otras tres novelas en su país, ganó el último Premio Biblioteca Breve. La novela se basa en una masacre real perpetrada en la década de los ochenta por un ex combatiente de Vietnam; alrededor del hecho, Mendoza intenta construir una reflexión sobre el Mal. Sin embargo, y a pesar de que en el jurado estuvieran nombres tan significativos como Guillermo Cabrera Infante y Pere Gimferrer, Satanás no generó el entusiasmo que antes se asociaba a este premio. Éste es el balance crítico.

 

Ignacio Echevarría
Babelia

Con sus interminables diálogos de teleserie y una prosa casi escolar, Satanás provoca perplejidad, primero, y finalmente desazón. ¿Será posible, se pregunta el lector, tal amasijo de tópicos hilvanados en torno a cuestión tan sobada como es la presencia en este mundo del Mal, así, con mayúscula? ¿Será posible que, para tratarlo, se le ocurra a nadie, a estas alturas del curso, y sin ironía de ningún tipo, recurrir a un cura exorcista, tentado por la carne; a un artista visionario; a una mujer angelical, víctima de masculinas lascivias; a una muchacha bellísima y procaz, poseída por los demonios; a un asesino en serie, veterano de la guerra de Vietnam? [...] ¿Y será posible que, para más inri, todo esto ocurra con pretensión de estar basado en sucesos muy reales, de andar tocándose ­bien que de refilón­ cuestiones candentes (el sida, la violencia urbana, las nuevas conductas sexuales), sin renuncia a guiñotes metaliterarios (Dr. Jekyll y Mr. Hide, naturalmente) e incluso a timbres de denuncia social?

Pues sí, es posible. Y encima hay que oír que Mario Mendoza es "uno de los máximos exponentes de la nueva narrativa colombiana", la cual se caracterizaría por desmarcarse explícitamente ­¡y dale!­ de los paradigmas del realismo mágico. [...] Se está hablando de una novela que por sí sola incumple los requisitos mínimos para que se trate de ella con algún detenimiento. Que se haga se debe a un malentendido producido por haber sido distinguida con un premio de renombre, convocado por un sello editorial asimismo de renombre. La desproporción entre el crédito del galardón y la obra premiada es tal, que mueve a preguntarse qué tipo de cauces, qué mecanismos de selección y qué clase de consignas hacen que se desaproveche una plataforma de este calibre.

 

Carlos Guzmán Moncada
Lateral

Parece difícil que una novela pueda desconcertar ­para mal­ con tanta rapidez, cuando uno en realidad espera tan sólo que la narración vaya hacia donde su autor afirma querer llegar y al paso que él elija. Pero Mendoza lo consigue ya desde las primeras páginas. [...] Esta novela difícilmente habría llegado a las manos de un lector y sería objeto incluso de críticas como ésta, si no fuese por los votos de autoridad que la han lanzado a la calle y le han hecho ocupar un sitio que no se merece en los estantes de las librerías. [...] Con su mínima complejidad estructural, su adjetivación de anuncio televisivo, sus diálogos ociosos, sus personajes de cartón-piedra apenas concebidos, sus escenitas de sexo dibujadas con la maestría de un grafitti en un lavabo público; con su lectura epidérmica de Stevenson, su irrisorio amago de crítica social, con su pereza conceptual para proponer una sola reflexión de interés en torno de lo que en ella se denomina como "el Mal" y, sobre todo, con su ostentoso pero inútil premio a cuestas, esta novela defrauda a su lector y, por lo que Mendoza declara sobre la anécdota que le dio origen, se defrauda a sí misma. Pero eso, desde luego, sólo en el supuesto de que, a raíz de aquel 3 de diciembre de 1984, Mendoza se haya planteado, en verdad, llegar alguna vez a hacer literatura.

 

Elena Hevia
El Periódico

Esta endeble novela que se ha colado de rondón en la buena literatura a la que nos tiene acostumbrados Colombia no está a la altura de un premio de prestigio.

Traza Mendoza un entramado humano a partir de la muy transitada fórmula de las vidas cruzadas en un entorno urbano, pero los personajes [...] son figuras arquetípicas e inconsistentes mal apuntadas en unos diálogos que se diría extraídos de un adocenado culebrón televisivo. Y aunque los títulos de los capítulos intenten crear un cierto clima ominoso y fantasmagórico ­Una presencia maligna, Las lóbregas tinieblas de Hades­, en ningún momento logra el autor el menor vuelo expresivo. Una falta de expresividad que se hace sonrojante cuando el autor se aventura en descripciones de tipo erótico, pobladas de lugares comunes.

 

Milo J. Krmpotic
Qué leer

Se pretende Satanás, sutil pero inevitablemente, una alegoría acerca de la violencia predominante en la tierra natal de su autor, Mario Mendoza. [...] La temática de posesiones y presencias diabólicas revela una profundidad de Reader's Digest (acumulación de tópicos expoliados de la sugerente novela de William Peter Blatty); es a partir de ese instante que la mística del sujeto proclive a interponer una pistola entre su mirada y el mundo se muestra en su evidente desnudez de pose adoptada, de fuego de artificio, de nadería vestida de pretensión social. Aunque sólido en la narración, Mendoza se deja llevar por su verídica historia y nos obsequia con un retrato amoral (rayano si se quiere en lo reaccionario) al que sólo un poco de humanidad hubiera hecho crecer entero. El Diablo y Colombia merecían más.

 

Ricardo Bada
Revista de Libros

Confieso sin ambages que la única razón para hacer la reseña de Satanás es el hecho increíble de que le haya sido otorgado el Premio Biblioteca Breve, y por un jurado en el que no faltan, sino que son varios, los nombres de calidad reconocida. ¿Cómo se explica un black out de semejante calibre? [...] La verdad dura y pura es que cuesta harto vencimiento tratar de resumir lo que es esta novela. Baste tan sólo con un botón de muestra. El primer hilo narrativo corre a cargo de María, que ­el simbólico nombre ya lo indica­ es virgen, pero dejará de serlo en algún momento del relato. [...]

Los diálogos transitan el filo de la navaja entre el Steinbeck de la saga del condado de Salinas, o el Saroyan de los cuentos protagonizados por niños ­pero un Steinbeck o un Saroyan mal digeridos (o bien leídos en una pésima traducción)­, y el cartón piedra o el papel maché, e inevitablemente se caen siempre del lado manufacturas. ¡Qué manía, señor, la de querer cambiar o explicar el mundo de esta manera!, ¡y qué nostalgia del Mempo Giardinelli de Luna caliente y de la avasalladora primera persona de Fernando Vallejo! Apabullantemente culebronesco es, para destacar nada más que una escena, el diálogo entre María y Sandra (págs. 210-218): casi se acierta a vislumbrar el recuadro de la pantalla de la caja boba enmarcando las nueve páginas. [...]

Como bien se habrán percatado los lectores, no es Satanás una novela que me haya hecho tilín, y si me la he jalado hasta el final ha sido por pura honestidad profesional, y para cargarme de razón.

 

Juan A. Masoliver Ródenas
La Vanguardia

Mario Mendoza (Bogotá, 1964) parte de una anécdota real o, mejor dicho, de una serie de sucesos reales, y es notable el talento para mantener el impacto periodístico y para superarlo y llevarlo al terreno de la ficción. Los aciertos de esta novela se encuentran en su agilidad y tensión: el lector queda atrapado en la red de conflictos, arrastrado por la eficacia antirretórica de su prosa (no del todo limpia de redundancias), pero también por su hábil estructura. Y está la dimensión humana del relato, el enfrentamiento o el encuentro entre el mundo masculino y el femenino, una violencia social y política que se confunde con el fatalismo apocalíptico y que revela la naturaleza angélica y demoniaca de los humanos para arrastrar a los personajes a una monstruosa destrucción.

Mario Mendoza, Satanás, Seix Barral, Barcelona, 2002, 288 págs., 16 €