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noviembre
2002
Nº 95

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El espejo de la crítica
Pedro Lemebel y 'Tengo miedo torero'
Tengo miedo torero (Anagrama, 2002) es la primera
novela del escritor chileno Pedro Lemebel (Santiago, mediados de los cincuenta),
quien ya ha publicado los libros de crónicas marginales Loco afán
y De perlas y cicatrices. En su primera incursión en los terrenos
de la ficción, Lemebel ha escrito una novela política sobre
el Chile de Pinochet visto desde los ojos de un homosexual: la Loca del
Frente. Un relato de prosa barroca y fuerte adjetivación en el
que algunos críticos han visto la influencia magistral del argentino
Manuel Puig. Este es un balance de la crítica a ambos lados del
Atlántico.
Javier Aparicio Maydeu
Babelia
Sólo al iconoclasta de Lemebel (Santiago, Chile,
mediados de los cincuenta) se le ocurre narrar la historia de dos fracasos
y conseguir sin embargo que el lector no deje de sonreír. El autor
de Loco afán, aplaudido a rabiar por propios y extraños,
no ha abandonado los lúdicos e impúdicos salones de su crónica
social del Chile gay, pero ya ha entrado sin embargo en los cuartos privados
de la novela política manchada de rouge. Tenemos ahora al magistral
cronista saltándose a la torera las pocas normas que se impuso
en Loco afán, y sacándole punta a su lengua parlotera explicándonos
por qué fracasó el atentado de Pinochet de 1986 en
el teatro de guiñol parece que la bruja siempre gana y por
qué fracasó también la relación homosexual
del héroe protagonista, entre batallas campales, palos de ciego,
gafas a lo Jane Mansfield y los cuplés de Sarita Montiel que dan
razón al título. [...]
De envidiable frescura e irreverencia, esta valleinclanesca
novela de Lemebel lidia el toro del idioma con manoletinas y verónicas
de altura, entre los requiebros barrocos y el colorido del folclore y
de la referencia cinéfila, muy cerca de la literatura de Manuel
Puig, y hasta de la fiesta del idioma de Cabrera Infante. El humor sarcástico
e inteligente de estas páginas debiera hacer reír hasta
a los bustos de bronce del dictador.
Ana Sousa
Lateral
En la novela de Pedro Lemebel están presentes los
puntales del miedo diario de un país entero: las cargas policiales,
el toque de queda, los desempleados, los vagabundos, los registros nocturnos,
las reuniones clandestinas de los miembros del Frente Patriótico
Manuel Rodríguez, los desaparecidos Y es que todo ello, renovado,
exuberante y extremadamente vivo, es lo que llegamos a conocer con la
Loca Del Frente, homosexual arrebatador al que la conciencia política
le nace de la mano de un amor militante.
Lo mejor de este encuentro apasionado entre la triste
realidad política y el agridulce sueño de un amor imposible
es que el autor dota al texto de una riqueza lingüística desbordante,
casi barroca; apabullante y enloquecedora cuando habla por boca de su
protagonista; aguda cuando toma la voz de la mujer del dictador, pero
siempre deslumbrante y muy eficaz a la hora de presentar situaciones y
estados anímicos, eludiendo cada vez el peligro del sentimentalismo.
Lemebel evoca para nosotros ese tiempo duro de Chile con tal potencia
expresiva, que sólo podemos dejarnos envolver por su narración,
y despedirnos apesadumbrados de La Loca cuando el crepúsculo cae,
al fin, sobre Valparaíso.
Andrés Aguirre
El Mercurio
La procacidad del lenguaje que el escritor imprime a estos
habitantes de los fondos más oscuros de la ciudad, con su gracia,
vulgaridad y sordidez, junto a un estilo de frases recargadas y de excesiva
adjetivación, dan el tono exacto a personajes como La Loca del
Frente. Ahora bien, todo este efecto de oropel quedaría en el aire
si no fuera porque narrativamente la novela funciona. Los capítulos
alternan con fluidez entre las escenas de la Loca y sus tristes, decadentes,
impúdicos, patéticos devaneos amorosos con Carlos, su enamorado
cuyo amor sabe imposible, y las escenas en donde el dictador está
con su esposa que no para de hablar de sombreros y vestidos, mientras
él se revuelca en la cama por las constantes pesadillas.
No vamos a hablar aquí de la gran novela chilena
ni mucho menos. Sin embargo, es de lo bueno que se ha escrito en el país
en el último tiempo, tanto por su capacidad de revivir un contexto
sociopolítico con credibilidad, como por la certera forma de retratar
la vida y la sicología de personajes marginales.
Camilo Marks
Qué pasa
En pocas páginas se percibe que continúa
siendo un gran intérprete de la sensibilidad popular barroca, tan
expresiva en las crónicas Loco afán y De perlas y cicatrices.
Pero ha perdido la originalidad y frescura de esos textos. A poco andar,
parece incómodo en su propio estilo, se repite en la utilización
de los mismos recursos y la prosa se torna neurótica, chirriante,
angustiosa, lo que no encaja con el material narrativo. Ello es manifiesto
en el contrapunto a las aventuras de la Loca, cuando la primera dama de
la época parlotea con su famoso marido y éste imagina simplones
eventos, demostrando tales pasajes la poca capacidad de Lemebel para cambiar
de tema y abordar, sin caricaturas, asuntos más complejos.
Como ha sucedido antes, el prosista no muestra cariño
con los personajes y parece que sintiera, sin darse cuenta él mismo,
una considerable dosis de odio o desprecio hacia el medio que dibuja y
que ha recreado literariamente, subrayado por los excesos esperpénticos
en que incurre. En esta primera tentativa novelística, la Loca,
apenas un cuarentón, lleva placa dental que a cada rato se le cae,
es casi calva, no presenta atractivos físicos y un sin número
de detalles grotescos y macabros la harían repelente, si no conquistara
al lector.
Esto acontece porque Lemebel crea un sentido escenográfico,
rodeando los episodios con genuinos sentimientos.
María José López Pourailly
Red Universitaria Nacional
Quien alguna vez haya leído o escuchado hablar
a Pedro Lemebel, jamás podrá decir que la voz de Tengo miedo
torero, no es la suya. Así medio frufrú, almibarado y con
sabor a postre de frutillas con crema y aún así, a pesar
de su dulzura, profundamente marcado por el barrio, por las palabras recogidas
en las esquinas de Recoleta, San Camilo, Mapocho o por las aprendidas
en alguna galería de arte en compañía de alguna señora
cuyo apellido contiene tantas erres y zetas como tarjetas de crédito
su billetera.
La voz de Lemebel atrapa con su teatralidad de bolero
en esta su novela, la que sin abandonar la mirada un tanto oblicua y sardónica
de sus crónicas, llena las rendijas del alma con una historia que
es amor del bueno, como en las canciones mexicanas, sangrado y violento,
desesperado y calmo, imposible y real.
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