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enero
2001
Nº 73

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estantería
NOCTURNO DE CHILE
Roberto Bolaño
Anagrama, Barcelona, 2000
150 págs., 1.900 ptas.
Una anécdota espeluznante está en el corazón
de la última obra del chileno Roberto Bolaño (1953): después
del golpe militar, Santiago queda sin tertulias literarias a causa del
toque de queda, y la intelligentsia chilena, incluida la que queda de
la izquierda, se reúne en la mansión de una escritora, charlando
sobre arte, recitando poesía y bebiendo buen whisky hasta que un
buen día un borracho extraviado descubre una sala de torturas en
el sótano... "Así se hace la literatura en Chile",
reflexiona años después el protagonista, un sacerdote que
ejerce con devoción religiosa la crítica literaria y la
poesía, y llega a la conclusión de que en todas partes la
literatura se hace así. Y podría añadirse que no
sólo la literatura.
Esta historia, que tiene toda la pinta de ser real, expresa
con penetrante poder alegórico la siniestra y grotesca mentira
en que se basan nuestras paces sociales y literarias. Nocturno de Chile
es, entonces, esa obra radical e incómoda sobre el pasado que en
la literatura española todavía está por escribir.
No es la carga de denuncia lo que le confiere estas cualidades, sino la
comprensión nada complaciente de los oportunismos, debilidades
y traiciones en que consiste la supervivencia.
Por eso resulta un acierto tener de protagonista a este
cura, sacerdote también de las letras, un hombre fino y cultísimo
que colabora, sin embargo, con el Mal. La acción transcurre en
una noche en que el sacerdote, ya mayor, cree morir y no puede evitar
enfrentarse con su pasado. Su soliloquio literalmente febril permite al
autor ahorrar la crónica e invocar sólo pasajes claves.
Si temáticamente esta novela tiene que ver con La literatura nazi
en América (el libro que con cuarenta y tres años sacó
del anonimato a Bolaño), el procedimiento poético de Nocturno
es como en Amuleto (1999): el mismo monólogo delirante, la misma
composición musical in crescendo, con resultados a veces magistrales.
Como el recorrido del protagonista por parroquias de Europa, cuando aprende
la eliminación de las palomas por halcones o cómo vivió
los tres años del gobierno de Allende leyendo los clásicos
griegos, uno por uno. A veces da la impresión de que Bolaño
ha encontrado una cancha segura en este tipo de escritura, que en el futuro
puede convertirse en un tic.
Novela de gran aliento, con Nocturno podríase dar
clases sobre la diferencia entre novela breve y otras formas narrativas.
En fin, toda una lección.
Mihály Dés
LA NOCHE DEL SKYLAB
Juan Bonilla
Espasa, Madrid, 2000
225 págs., 2.800 ptas.
Los catorce cuentos de este tercer libro de relatos del
autor jerezano Juan Bonilla discurren en clave de irónico
anecdotario de los deseos y miedos humanos por una constante argumental
en la que la muerte, el pasado, los sueños incumplidos o la crítica
a la sociedad moderna, juegan un papel protagonista paralelo al de los
sujetos (en muchos casos obsesivos y extraños) que en primer término
se nos presentan en cada narración.
Contados en su mayoría en primera persona, con
una prosa ágil y de sencilla elegancia, estos relatos sirven al
autor para, de una manera casi fabuladora, expresar una mordaz parodia
de la vulgaridad televisiva de nuestros tiempos ("La ruleta rusa");
o servirse de las relaciones sentimentales para mostrar la cara más
obsesiva del amor ("Amor ciego"; "La mentira de la costumbre").
No es casual el macabrismo patente en gran parte de estos relatos. Más
bien constituye un ingrediente que otorga a las narraciones el tono y
el ritmo sorpresivo y creciente con el que, al menos en teoría,
debe construirse un buen relato breve. La elección temática,
sin embargo, limita el interés de alguna de estas piezas, factor
éste perfectamente perdonable en un conjunto de notable calidad,
en el que se utiliza el texto no sólo para contar una historia,
sino como antesala visible de comportamientos humanos sobre los que reflexionar
una vez se ha cerrado el libro.
Fernando Cobo
POEMAS INCORREGIBLES
Vladimir Herrera
Tusquets, Barcelona, 2000
159 págs., 1.800 ptas.
Vladimir Herrera (Lampa, Perú, 1950) no es un poeta
ajeno ni desconocido del público barcelonés ya que durante
mucho tiempo vivió en esta ciudad y participó de manera
destacada en la vida literaria dirigiendo la editorial Auqui. En Barcelona
publicó, además, los libros Almanaque (1990) y Kiosco de
malaquita (1993). Aparece ahora una selección de su obra publicada
hasta el momento. Tras la lectura de Poemas incorregibles no puede pasar
por alto el hecho de que la poesía peruana es una de las de mayor
tradición, calidad y singularidad en lengua española en
este siglo, marcando de manera indeleble la vanguardia y más tarde
el surrealismo, con figuras como Vallejo, Eguren, Martín Adán,
Moro, Westphalen, Varela, Eielson o Sologuren. Vladimir Herrera, desde
muy pronto, se desmarca de los presupuestos defendidos por los poetas
de su generación para lograr una voz personal e inconfundible,
sin por tanto dejar de conectar con la estela de los grandes poetas mencionados
antes. Desde su primera publicación titulada Últimos poemas
a Kiosco de malaquita, Del verano inculto o Soledad de la manzanilla,
el lector tiene la posibilidad de constatar cómo, sin dejar de
mencionar una creciente y visible evolución, esa ligazón
con lo mejor de la tradición no se interrumpe en ningún
momento, bien al contrario, y como queda patente en un fragmento del poema
titulado "Come besos": "come besos / come hojas / de labios
/ los detalles cómelos / son árboles / de noches / de besos..."
o en uno de los últimos poemas del libro, titulado "Vallejianas:
italianas": "Polígamo del poema prometeico / cuando el
poema se adensa / no triste dispensario / no sensación de lenguaje
en el poema / más bien la nuritura del arte ". El recorrido,
el juego, el diálogo crítico y enriquecedor con la gran
poesía latinoamericana y, por supuesto, francesa, resulta un camino
lleno de pasión hasta lograr una voz inconfundible y duradera en
defensa de la creación, de la belleza y del erotismo.
La poesía de Vladimir Herrera surge de lo más
recóndito e inaccesible del conocimiento y sólo a través
del empleo de la intuición logra aflorar una filosofía vital
que dialoga con la tradición clásica, desde Góngora
a Lezama, para poder nutrirse sin traumas de los poetas de la tradición
surrealista peruana mediante un lenguaje que traspasa el hermetismo y
renace transparente y ligero como el aire de las alturas. Estamos ante
una obra poética que explora la más absoluta claridad y
el conocimiento oculto de la palabra en fructífera conversación
con el barroquismo, quedando dicha aparente contradicción resuelta
con la más admirable libertad e independencia, cuya experiencia
de lectura acaba permitiendo el mundo, con palabras del poeta, "de
la flama erecta para el mejor lector del hígado etrusco".
Rodolfo Häsler
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