lateral


marzo 2001
Nº 75

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Novelas como champiñones
Mayra Montero

Ahora que lo pienso ­que ustedes, en Lateral, me hacen pensarlo­, descubro que las seis novelas que tengo publicadas y, con toda seguridad, la séptima que viene en camino, han germinado y despuntado, como nocturnos y esperanzados champiñones, desde el terreno insólito que es la línea noticiosa, o la circunstancia periodística.

Soy periodista de corazón del rollo, para emplear una frase típica puertorriqueña, que significa tenacidad o arraigo. Llevo más de un cuarto de siglo haciendo todo lo que puede hacerse en una sala de redacción: noticias, columnas, entrevistas, reportajes investigativos.

Entre los veinte y los veintitrés años, trabajé en una revista de farándula y más tarde en una revista deportiva. Para la de farándula, algunas veces, tuve que escribir yo misma los horóscopos, cuando se acercaba la hora del cierre y no habíamos recibido los horóscopos desabridos que contratábamos en Estados Unidos. Creo que hay pocas cosas tan divertidas en este mundo como augurar todo tipo de daños, chancros y fatalidades, a un Sagitario que nos cae mal, y predecir amores y dinero a chorros para los Escorpiones, signo bajo el cual nací.

En la revista deportiva me tocó entrevistar a boxeadores, peloteros, ciclistas y jinetes. Esto me ayudó para obtener mi primer trabajo fijo en la plantilla de un periódico, en el que me ofrecieron la única plaza entonces disponible: reportera de deportes. Me dediqué a viajar por toda la isla, siguiéndole los pasos a un equipo de béisbol, los Lobos de Arecibo, compuesto de gringos y puertorriqueños fortachones, malhablados y compasivos, que al final de cada juego tenían la cortesía de explicarme algún lance ­un double play, un robo de bases, un sacrificio­ que yo, por mi inexperiencia, hubiera interpretado mal. Mientras me explicaban, lanzaban generosos escupitajos de mascadura de tabaco ­una baba negra, espesa y maloliente­ y se rascaban sin ningún pudor sus partes. ¿Alguien concibe una ficción más erótica y desenfrenada?

Cuando pude escapar del béisbol ­escapó mi cerebro, pero no mi corazón: muero por los Bravos de Atlanta­ me fui a otro periódico y allí me convertí en corresponsal para el Caribe y Centroamérica, y más tarde en columnista y editorialista.

De mis conversaciones con los líderes de la opinión haitiana, pocos meses antes de la caída de Jean-Claude Duvalier, surgió mi primera novela. Uno de ellos me refirió a historia de un niño de Gonaïves, que durante su primera visita a Port-au-Princese echó a llorar al pie de una escalera, por no saber cómo subirla. Ése sería el chispazo que dio origen a La trenza de la hermosa luna.

Luego vendría La última noche que pasé contigo, novela que se me empezó a ocurrir mientras hacía un artículo sobre el primer restaurante de sushis que se inauguró en San Juan. A ésa le siguió Del rojo de su sombra, un libro que le debe la vida a una extensa investigación periodística sobre la situación de los picadores de caña haitianos en la República Dominicana. Mis entrevistas con antropólogos puertorriqueños y norteamericanos, quienes recorrían la frontera con Haití, y la lectura casual de una página del periódico que daba la noticia del asesinato de una mujer haitiana, sacerdotisa del vudú, me convencieron de que allí había una novela, cual champiñón ensangrentado, esperando para germinar.

Tú, la oscuridad tiene su origen en el reportaje sobre la desaparición de anfibios que publicó hace unos años The New York Times. Y Como un mensajero tuyo es la novela de Caruso, pero también la novela de una pesquisa periodística. Cuando yo era niña, cada trece de junio, la radio y la prensa habaneras recordaban que en un día como aquél había estallado un bomba en el Teatro Nacional, y que Cruso había corrido por las calles de La Habana vestido con las túnicas de Radamés. Sospecho que la novela que finalente escribí, estaba ya esbozada en los suspicaces comentarios de los periódicos; en el afán de tantos reporteros de aquella época (verdaderos sabuesos de principios de siglo) por descubrir dónde demonios se había metido el gran Caruso.

En Púrpura profundo los personajes se mueven entre el mundo de la música y el mundo de las redacciones; en especial, la enloquecida redacción de un diario sanjuanero que conocí muy bien.

Le debo todo al periodismo. No habrá ficcion, pero hay un vértigo que se le parece mucho. Es la literatura que nace y muere con el día. La tinta avariciosa que, afortunadamente, algunos llevamos en las venas.